
El ala oeste de La Moncloa ya no es lo que fue desde que Iván Redondo pasó a ser Iván "Cliff" Redondo, cuando le dieron el empujón tras mostrarse dispuesto a tirarse por el barranco. Lo sustituyeron por el prosaico Bolaños, que no es dado a arrojarse, sino a subirse, como se acaba de ver, y desde entonces falta inspiración y falta organización, algo que se vio con meridiana claridad el mismo y fatídico 2 de mayo. Era el día en que el presidente Sánchez iba a mandar a Feijóo a la clandestinidad, como en la época tenebrosa, en compañía de lo que llamaron "una parte del Poder Judicial", que no es más que la Asociación de Fiscales. Pero el paso del líder del PP a la clandestinidad fiscal quedó del todo opacado por el otro bombazo previsto para la jornada, con Bolaños pretendiendo subir a la tribuna y la jefa de protocolo de la Comunidad de Madrid cortándole el paso.
Hay quien no puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo, y los hay que no pueden gestionar a la vez dos trampas simultáneas. El contubernio de Feijóo con los fiscales estaba ese día en una portada por la filtración de la reunión, aunque la noticia la había publicado otro periódico una semana antes. Lo contaba Santiago González en El Mundo, porque fue allí donde se dio cuenta, el 24 de abril, en una crónica de Ángela Martialay, del encuentro que Sánchez dice que se produjo "a escondidas" y "a hurtadillas". Muy oculta no puede ser, si aparece en los papeles, pero se ve que además de falta de inspiración y de organización, hay ahora en el ala oeste una dramática —¡o cómica!— falta de información.
La carencia informativa se hizo más patente en las impresionantes denuncias del suceso clandestino que lanzaron tanto Sánchez como el frustrado escalador de tribunas. Los dos preguntaron, retóricamente, a ver qué santas leyes quiere derogar Feijóo, porque en el relato gubernamental del suceso, el del PP prometió a los fiscales derogaciones o los fiscales le pidieron derogaciones a él. Y no es por negarle efectividad escandalosa a la retórica, pero Sánchez y Bolaños demostraron ahí que son los únicos en España no enterados de que Feijóo se ha comprometido a derogar leyes promulgadas por el Gobierno de coalición. Incluso ha colaborado en la derogación de facto de una de ellas, la del sólo sí es sí. Si no lo creen, pregunten a la ministra de Igualdad.
El material de la reunión con los fiscales, aunque recalentado, estaba candente, pero le cayó encima el agua del 2 de mayo. Nada podía competir con la secuencia de Bolaños y su trío de ayudantes presionando a las encargadas de protocolo de Madrid —"el ministro tiene que subir"— y ellas resistiendo sin despeinarse. Por contarlo bien: dos mujeres contra cinco hombres, y ganaron. El "para qué" de esta confrontación buscada y preparada —llevaban el tal decreto en el bolsillo— es un enigma. Quizá era sólo pulsión por demostrar quién manda. Pero la prepotencia no gusta. Habló Bolaños de "maniobras en la oscuridad" de Feijóo. En las de Moncloa hay pocas luces. Y están mal orquestadas.
