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Madrid en fiestas, sin geranios ni canarios en los balcones

Apenas vemos en Madrid balcones con canarios y geranios. ¿Somos por ello menos castizos o sensibles?

Apenas vemos en Madrid balcones con canarios y geranios. ¿Somos por ello menos castizos o sensibles?
plantas de balcón, geranios, geranios colgantes | Pixabay/CC/congerdesign

Escribió el gran cronista costumbrista de Madrid, Antonio Díaz Cañabate, que "al madrileño no le gusta la sierra, porque constipa; el verdadero Madrid es de los balcones con el canario cantando entre las flores de los geranios". Cosas del "gran Caña", con un fondo de verdad.

Pero apenas vemos en Madrid balcones con canarios y geranios. ¿Somos por ello menos castizos o sensibles?

Realmente la historia es bastante complicada y los parásitos tienen mucho que ver con esta disminución balconera de bellas criaturas: los hongos, los insectos y los políticos, también estos últimos si comulgan con el animalismo podemita.

Antiguamente los canarios llamados "del país" se desgañitaban en los balcones madrileños dejándose escuchar en el patio entero en virtud de un órgano, la siringe, no mayor que la cabeza de un alfiler; hoy día la proliferación de urracas y las colonias de cernícalos que han conquistado el interior de la ciudad convierten en muy arriesgada la vida de un pájaro doméstico mantenido al aire libre.

Cada vez son más frecuentes los ataques de las urracas o las pequeñas aves rapaces a los canarios que sus amos sacan a los balcones para que tomen el sol. Cañabate habría tildado sin duda de "pajarracos" a estos predadores, en cualquier caso es necesario proteger a los pájaros domésticos para que no sean víctimas de sus ataques.

Pero el aficionado a la cría de canarios no sólo está en estos momentos asustado por los predadores balconeros, sino también por los legisladores incompetentes que dictan las normas legales sobre el supuesto "bienestar animal". Los "pajareros", así llamados muchas veces de forma despectiva, no saben a qué atenerse respecto a las leyes que amenazan con multarlos o inspeccionar sus domicilios para ver si su praxis de mantenimiento de aves coincide con la borrachera ideológica podemita. ¡Si Cañabate levantara la cabeza!

Una planta de flor, una mariposa nada bella y un insospechado encuentro

Hay que reconocer que la decadencia de los geranios no se debe a las absurdas normas podemitas, sino a una serie de circunstancias que parecen proceder de la imaginación de un novelista. Veamos en resumen esta odisea ecológica.

Las macetas con flores de variados colores que conocemos como geranios no son realmente plantas de tal género; Geranium es una hierba floreciente que figura entre los miembros de la flora española, pero los geranios de jardinería pertenecen a un género llamado Pelargonium que tiene procedencia sudafricana.

Allá por el continente australiano vive la Cacyreus marshali, una mariposa de tonos grisáceos capaz de poner sus huevos en las grandes flores de los pelargonios, a los que llamamos geranios, para que sus larvas al nacer penetren en los troncos y los arruinen convirtiendo sus tejidos en un polvillo oscuro semejante a ceniza de cigarro. El resultado final es la muerte de la planta.

Repasemos la odisea: una mariposa australiana es transportada hasta España donde se encuentra con una planta sudafricana a la que parasita y mata. Parece una historieta de ciencia ficción.

Pero entre políticos y mariposas parásitas, se acabaron los balcones de Cañabate que antaño dieron lugar a concursos de belleza en los barrios castizos de la capital. Nos quedarán los claveles como símbolo, pero desde luego no es lo mismo.

Poco a poco los geranios se van adaptando a la lucha contra la Cacyreus, pero la realidad es que han pasado de planta permanente a anual. Antaño sus antepasados eran reproducidos mediante esquejes de manera que las estirpes se multiplicaban de un año para otro, y los citados esquejes se regalaban a los amigos mientras una buena poda rejuvenecía las plantas madres. Digamos como en la famosa habanera de "La del manojo de rosas" del maestro Sorozábal: ¡Qué tiempos aquellos!

Los viveros para floristería doméstica han aguzado el ingenio para lanzar al mercado sucesivamente otras especies, como las begonias o las kalanchoes de flores dobles, que sean capaces de sustituir a los geranios en los balcones de la ciudad. Todo sea bienvenido para evitar tener que vivir encerrados entre el hormigón, el cristal y el plástico.

En cuanto a los pájaros, no nos atrevemos a mostrarnos optimistas sobre el futuro de la crianza de las razas de canarios y otras especies domésticas que llevan centenares de años en nuestra compañía: el animalismo no entiende nada de este asunto; ni del acúmulo de conocimientos científicos que ha almacenado la tenencia y cría secular de estos animales, ni del componente afectivo que supone para muchas personas su compañía.

Tampoco alcanzan a comprender la importancia como factor de educación ambiental que tiene la crianza de pájaros domésticos. Hace unos días tuve la desagradable visión de un energúmeno que, sentado en la terraza de un bar, pretendía expulsar a bastonazo limpio a un gorrión que buscaba una miga para llevar a su nido situado en la proximidad. Seguro que de niño no había disfrutado de la cría de pájaros en su domicilio.

Por cierto, no se asusten, el avezado gorrión escapó ágilmente de los bastonazos del individuo y regresó felizmente a su nido.

Repito: ¡Si Cañabate lo viera!

¡Y con los pocos gorriones que van quedando! Pero esa es otra historia.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales

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