
Mis compañeros de Libre Mercado han tenido la sagacidad periodística de encontrar la única respuesta de verdad sustancial en la por lo demás plúmbea entrevista con Ione Belarra que publicó el pasado fin de semana El País.
Veinte respuestas soporíferas a otras tantas preguntas tampoco muy divertidas: que si Yolanda Díaz esto, que si el Gobierno lo otro, que si la ley del sólo sí es sí es maravillosa y la derechona es toda horrible, que si el capitalismo es malo y el comunismo bueno –esto no lo afirma literalmente, pero se sobrentiende en todo lo que dice–. Veinte principios de siesta, digo, y al final lo único verdaderamente mollar: Ione Belarra, abanderada de los consumidores pobres y látigo de los supermercados que inflan los precios, compra en La Garbancita Ecológica, que además de una cursilada de nombre es una "cooperativa de consumo" que vende los huevos a cinco euros la docena, bastante más del doble de lo que cuestan en Mercadona.
"Intento comprar en la Garbancita Ecológica, que es una cooperativa de mi barrio de Vallecas. Compro bastantes cosas en Carrefour y compran bastante mis padres en Mercadona", son las palabras literales de Belarra.
Me dirán ustedes: ¿cómo va a ser más importante dónde compre la ministra sus huevos que lo que diga sobre las alianzas electorales entre su partido y Sumar? La explicación es que probablemente esa es la única respuesta en la que no miente, o al menos lo hace poco: ella realmente va a ese supermercado ecológico, sostenible, chupiguay y gafapástico, porque no hay nada que le guste tanto a un pijo como poder presumir de todas esas cosas mientras se gasta el mismo dinero que si fuese a una tienda de delicatessen a comprar fuagrás de pato.
Por supuesto, con su salario de ministra –¡Ione Belarra es ministra!– se puede permitir pagar el sobreprecio que implica todo lo ecológico y lo sostenible, pero manda huevos, y nunca mejor dicho, que mientras tanto pontifique y pretenda legislar sobre los beneficios de los supermercados que logran poner alimentos en las cocinas de la gente normal por bastante menos de la mitad de lo que le cuestan a ella.
Quieren decidir los detalles más nimios de la vida de una gente de la que en realidad se sienten a miles de kilómetros, cuyas vidas no tienen nada que ver con las suyas; pretenden erigirse en representantes de aquello que desconocen y arreglar problemas que no han sufrido, no van a sufrir y no sufre nadie de su entorno.
No hace tanto, antes de Galapagar, se presentaban a sí mismos como "los de abajo", ahora la retórica es parecida, pero ya tenemos claro que lo cierto es que todo lo que hacen va precisamente contra aquellos que no pueden pagar cinco euros por una docena de huevos. Ellos no son su gente, no forman parte de sus preocupaciones. Belarra, Garzón y los suyos en lo que están pensando es en les gallines. Mirar precios es una de esas horteradas que hacen los pobres.

