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Luis Herrero Goldáraz

Votar mal

Si supiésemos votar antepondríamos, antes de cualquier programa electoral, la salud de las instituciones de nuestro Estado de derecho.

Si supiésemos votar antepondríamos, antes de cualquier programa electoral, la salud de las instituciones de nuestro Estado de derecho.
Pedro Sánchez votando. | EFE

Hace tiempo circuló un vídeo de Vargas Llosa en una convención del PP. Aquello fue una calamidad. No por que el entonces novio octogenario de la Preysler aprovecharse un acto del partido conservador español para soltar alguna intimidad personal, es decir política, es decir sexual. Eso nunca llegó a hacerlo y todavía hay gente que no se lo quiere perdonar. Tampoco porque retrasase inconscientemente el suicidio de Pablo Casado, presente junto a él en aquella jornada próxima a su defunción. No. Aquello fue una calamidad porque el entonces novio de la Preysler, por casualidad también Nobel de Literatura e intelectual, dijo cosas que se podían malinterpretar. Concretamente, que en una democracia, aunque votar libremente es importantísimo —imprescindible, Mario, te faltó atinar—, más importante es votar bien.

En fin, ardió Troya. Los líderes de opinión más "progresistas" del país se llenaron de alaridos alertando de la pulsión autoritaria irreprimible de la derecha; y sus tuiteros adyacentes, esos mismos que ahora llevan veinticuatro horas llamando imbéciles manipulados a quienes no han elegido la papeleta que tenían que elegir, confeccionaban listas chulísimas equiparando al peruano con Hitler, Videla, Fraga o Michael Myers, pero nunca con Lenin.

Lo interesante, de todas formas, es que tienen razón: los españoles no sabemos votar. No hemos sabido este domingo y tampoco antes, en ninguna de las repetidísimas convocatorias a las que nos han abocado en los últimos años nuestros políticos. No sabemos votar, de hecho, desde bastante antes de que consideraran necesario que España fuese la tumba del fascismo; de que nos hicieran elegir entre comunismo o libertad.

Si en lugar de cortar las frases de Vargas Llosa en un vídeo de un minuto le hubiesen querido escuchar, muchos de los que ahora bajan a comprar el pan localizando analfabetos en su edificio no parecerían tan hipócritas. Porque lo que Vargas Llosa quería decir es que votar implica un compromiso ciudadano que no se queda sólo en acudir al colegio electoral cada cuatro años. Votar implica conocer los entresijos del sistema que te otorga tus derechos, para controlar después acertadamente a quienes te los pretendan arrebatar.

Si los españoles supiésemos votar antepondríamos, antes que cualquier programa electoral, la salud de las instituciones sobre las que descansa nuestro Estado de derecho. Reivindicaríamos, antes que cualquier posicionamiento ideológico, la separación de poderes y el respeto a la ley. Exigiríamos la mayor transparencia posible a quienes nos gobiernan; y no transigiríamos cuando nos quisieran emplazar en una guerra de aniquilación del color contrario, esas guerras en las que lo primero que se pide, sin pedirlo, es que se acepten los atropellos propios al sistema si así se evita que lo atropellen antes los de más allá.

Si los españoles supiésemos votar no habríamos legitimado como demócratas irreprochables a nacionalistas que proponen sacrificar la igualdad en pro de sus privilegios territoriales; y habríamos echado en el primer minuto a esos legisladores que se han fraguado una carrera defendiendo que la ley se nos aplique de manera distinta en función de nuestro "grado de opresión". Si los españoles supiésemos votar no existirían los suelos de voto, y el sanchismo no tendría hoy un solo concejal. Pero es que tienen razón, los españoles no sabemos votar. Tampoco saben ellos, que sólo gritan cuando pierde su opción electoral.

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