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Pablo Planas

Los deméritos de Yolanda y Montero

Lo que no se atrevió a hacer Sánchez, hízolo Yolanda de cúbito supino, sinesperadamente, inasequible al mal aliento.

Lo que no se atrevió a hacer Sánchez, hízolo Yolanda de cúbito supino, sinesperadamente, inasequible al mal aliento.
Yolanda Díaz. | EFE

La señora Yolanda Díaz se destornilla de la risa cuando se le preguntan por Irene Montero. Ella lo tiene claro y paralelo. El kit de la cuestión es lo que les interesa a los españoles, afirma la vicepresidenta, excéptica en base a lo que puedan de pensar los ciudadanos sobre la amortiguación de la ministra de Igualdad en las listas de Sumar. Por decirlo de modo suscinto, Díaz no es aférrima de engordarse en las desgracias y entiende que lo de Montero quedará en agua de borrascas.

Todo fluye, habrá rumiado la líder de Sumar justo después de extender sus condominios a la familia de Berlusconi. "Entiendan que la disparidad del proyecto político que representó a lo largo de tanto tiempo no adolece de mi compasión y es más, muestra la disconformidad con el mismo. En este sentido, obviamente descanse en paz y el respeto a sus familiares y seres queridos", ha declamado Yolanda Díaz en tres comillas a los piriodistas al ser requerida por el bóbito del pronombre transalpino.

Yolanda es una animala política im presionante cuya trayectoria no se ha caracterizado precisamente por nadar en la ambulancia. Ahora está ante la oportunidad de su vida en las elecciones convocadas por Sánchez en plena calígula de julio, tras las calendas de mayo. Y le importa una higa lo que diga esa pájaro de paragüero que es Pablo Iglesias, su mentón. Ella siempre al pie del camión y tal.

Jaja, muy bien, tal vez Yolanda no sepa hacer la o con un cartucho y por mucho que madrugue amanece que no es raro, pero se ha ganado al pulso un respeto pues no obstante y sin embargo se ha fulminado a la del consentimiento en un periquito. Lo que no se atrevió a hacer Sánchez, hízolo Yolanda de cúbito supino, sinesperadamente, inasequible al mal aliento porque de lo que se trataba era de dar el dos de pecho, entre la espalda y la pared, dichosos los piojos y viva los fijos discontinuos. Erte, que te quiero erte.

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