
Primero fue Iglesias, después le imitó Rufián y ahora llega a sus pantallas el mismísimo Pedro Sánchez, transmutado en entrevistador. Aquí hay políticos que se han equivocado de oficio. Nada les gusta más que las cámaras complacientes, el plató a sus pies y el público entregado, aunque no suele hacer falta un animador. En este tipo de sitcom las risas no hay que enlatarlas, y por buenos motivos, por motivos parecidos a los que tenían los asistentes a un Congreso, pongamos, del Partido Comunista de Bulgaria, para no ser ninguno de ellos el primero que dejara de aplaudir. Pero el público es sólo la claque, pobre gente, aunque bien pagada, y en estos falsos platós lo que importa son las estrellas, nunca auténticas.
Cómo diablos se pone un presidente del Gobierno, por muy candidato que sea, a hacer la parodia de entrevistar a sus ministros es materia de asombro, aunque ya nada nos pueda sorprender. Al menos, en "Tengo una pregunta para usted", aquello que estrenó Zapatero en 2007, había unas decenas de "ciudadanos anónimos", benditas criaturas, a los que se permitía, dentro de un orden, preguntar alguna cosa. Aquí todo queda entre Sánchez y el ministro al que le haya tocado hacer de sparring o de cebo, un papelón. No es evidente de qué género de entrevista estamos hablando. Podría ser una entrevista de trabajo, en la que el presidente examina las cualificaciones y la hoja de servicios del ministro mientras mira su currículo y escucha la salmodia de sus respuestas. Pero, bien mirado, esto pertenece al género de la autoentrevista.
Es la autoentrevista, porque lo que ocurre realmente es que Sánchez se entrevista a sí mismo y el otro, mera comparsa, le sirve para colocar el tostón en forma de diálogo, que resulta siempre más ligero. Dados los actores y los guionistas, los diálogos no son los de una película de Billy Wilder. Se intercambian elogios: "presidente, conseguiste lo imposible"; "ministro, más que un libro abierto eres una enciclopedia", y queda constituida la sociedad de bombos mutuos. En ocasiones, prima la pedagogía machacona y el entrevistador da el enunciado para que el entrevistado lo confirme: "Ya hemos revalorizado las pensiones, y ahora hay que llenar la hucha de las pensiones, ¿no?" "Eso es. Este año 3.000 millones". "¿Por primera vez en una década?" "Por primera vez en una década". La fuerza está en la repetición. Pero imaginemos, sólo por fantasear, que al enunciado de la hucha el ministro respondiera que no, que no se va a llenar. Por lo menos, sería divertido y, a lo mejor, diría la verdad. Aunque la verdad es la forastera que se tiene que quedar fuera de ese plató y de su rojiza penumbra, discotequera o infernal, para que nadie se espante todavía más.
