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Federico Jiménez Losantos

A sólo un mes de ganar las elecciones, la derecha se empeña en perderlas

La derechita machota, purgada de liberales por falangistas y yunqueros, actúa como la derechita cobarde.

La derechita machota, purgada de liberales por falangistas y yunqueros, actúa como la derechita cobarde.
Santiago Abascal y Jorge Buadé en una rueda de prensa en el Parlamento Europeo en 2020. | Vox

Abascal, y en su nombre Buxadé, parecen decididos a liquidar Vox. De la noche a la mañana, ha echado del partido a dos figuras fundadoras y tan prestigiosas como Víctor Sánchez del Real y Rubén Manso. Y para celebrar esa hecatombe –el sacrificio ritual de cien bueyes en griego clásico– ha roto el acuerdo con el PP en Extremadura de Del Real y Pelayo, han fletado a un tal Hoces como paracaidista y número 1 en lugar de Del Real y, llegando del empíreo azul mahón, ha aparecido en Mérida Buxadé para anunciar con su voz de cascajo lo de siempre: que sus principios, sus valores, el respeto a sus votantes, les impiden aceptar lo que sus principios, sus valores y el respeto a sus votantes les permitieron aceptar en Baleares.

Lo que se aprueba en Oriente y se niega en Occidente

Porque allí, tres días antes, le dieron a Jorge Campos la patada hacia arriba, al Congreso, que era una coz hacia abajo, fuera del Gobierno en el que podría presionar para un pacto lingüístico como el de la Comunidad Valenciana. La derechita machota, purgada de liberales por falangistas y yunqueros, actúa como la derechita cobarde. Que no diga más Abascal que Vox tiene el mismo discurso y defiende las mismas cosas en toda España, porque en esta semana aciaga ha demostrado que ya no. La prueba: Mérida y Palma de Mallorca; lo que se aprueba en Oriente se niega en Occidente.

Para liquidar este partido, que nació como resistencia y triunfó como movimiento de rectificación nacional contra la traición del PP de Rajoy, han redactado unos nuevos estatutos, revelados por el diario El País, nuevo portavoz oficioso de las noticias sobre Vox, en los que además de apartar del CAP, Comité de Acción Política, al portavoz parlamentario, el arrogante Iván, peligroso competidor musculado del Jefe, impone el secreto de todas las deliberaciones de altos cargos y también de los militantes que, como en el Yunque, sólo hablarán de lo que se les permita. De movimiento a partido y de partido a secta, de 40.000 votos a cuatro millones y vuelta a los 40.000, aunque me da que alguno se llevará una cifra muy superior.

Abascal está con Buxadé en la misma situación que Casado con Teodoro: le ha dado tanto poder que, o lo echa, o se carga el partido y a él. Pero como nadie escarmienta en cabeza ajena, preparémonos para lo peor. También está repitiendo el error de Rivera: fiarse sólo de su ambición, echar a los que le llevaban la contraria y esperar a heredar al PP. Ahí yace.

Una criaturita de Teodoro

El gran movimiento político en la derecha, que es la purga de Vox, ha tenido un equivalente menor en el PP, si bien proviene de un asunto mayor: no haber expulsado a Casado y Teodoro del partido por sus calumnias contra Ayuso, y hasta pretender, como dijo Bendodo, que podían volver, con tal de que no filtrasen más mensajes de Cuca y sus Cuquitos aplaudiendo la calumnia de Casado y las coces de Teodoro contra la presidenta de Madrid. El PSOE cometió el mismo error, más de mafia que de partido, al no echar a Sánchez tras enfrentarse a Fernández y manipular las urnas del congreso. Volvió y los mató a todos. ¿No ha aprendido el PP? Pues toma Guardiola.

La herida infligida a Feijóo por esta podemita extraviada, que decía una cosa en los wassap con Vox, pero salió diciendo otra teledirigida por el Tontington Post y La Sexta, donde Montesinos oficia el rito teodorino, tal vez no sea mortal, pero, por de pronto, le ha hundido la campaña. Y eso pasa por no haber echado a Teodoro y sus criaturas del partido, que, de quedarse dentro y su amo fuera, no darían un ruido, pero como él sigue ahí y el rencor al nuevo poder es inextinguible, lo dan. Y de la forma más maligna para Feijóo: cambiando el centro del debate, de Sánchez a Vox. Qué más quiere Sánchez, qué más quiere Vox y qué hace más daño al PP. Pues nada, aún no ven en Génova 13 que los inquilinos de ayer conspiran contra los de hoy. La fatuidad malagueña, víctima del rencor murciano.

El problema del PP es el PP

Pero el problema del PP no es Vox, es el propio PP. Feijóo quiere conciliar el PP de Soraya con el PP de Ayuso, clave en la lista de Madrid. Pero los teodorillos colocados en su día por Teodoro en toda España, a la hora de la verdad, no obedecen a Bendodo sino a Teodoro. Guardiola no es guiada por Mar Sánchez sino por Pablo Montesinos, es decir, el casadismo.

Y cuando las dos autoridades máximas de un partido perpetran un delito político y común contra el principal activo político de ese partido y no son expulsados tras fracasar, es cuestión de tiempo y oportunidad que vuelvan a las andadas. Y eso ha pasado en Extremadura. No se puede a la vez pactar con Vox y hacerle ascos a Vox. Pero fue Casado el que dijo que prefería perder una comunidad –Castilla y León– antes que pactar con Vox, para que lo aplaudiera la izquierda, como en efecto hizo. ¿Y qué está diciendo el casadismo por boca de gansa? Exactamente lo mismo, con el aplauso de los mismos. O la derecha empieza a respetar a sus votantes, o las elecciones, que tenía ganadas hace un mes, puede acabar perdiéndolas.

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