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Pablo Planas

Sánchez y Zelenski bajo las bombas

Es como si sólo Sánchez hubiera visto la muerte de cerca, en este país en el que hubo cientos de miles de fallecidos a causa de la pandemia.

Es como si sólo Sánchez hubiera visto la muerte de cerca, en este país en el que hubo cientos de miles de fallecidos a causa de la pandemia.
EFE

Parece ser que el propósito de Pedro Sánchez en la entrevista con Jordi Évole era dar pena. Pobrecito presidente del Gobierno. Su señora tuvo Covid, sus padres tuvieron Covid y su suegro estuvo ingresado en cuidados intensivos con Covid. Tremendo testimonio. Y es que nadie más en España tenía la enfermedad. Cuando el hombre lograba conciliar el sueño se despertaba a las dos horas empapado en sudor para desconcierto de los médicos de la Moncloa, pues el gran timonel daba negativo en los test. El diagnóstico al que llegaron los galenos es que su sanchidad tenía el mal del estrés.

Contada la peripecia por Sánchez con esa carita de yo-también-soy-un-ser-humano, las noches de Zelenski bajo las bombas en Kiev parecen una soplapollez. Cosas de nuestro todavía presidente, historias de la pandemia. Es como si sólo él hubiera visto la muerte de cerca, como si en este país en el que hubo cientos de miles de fallecidos a causa de la pandemia (y de la mala gestión de la pandemia) sólo él y nadie más que él hubiera sufrido hasta el punto de perder el sueño. Quizá no hubiera estado de más recordar a los ancianos muertos sin atención en las residencias para dar contexto al sufrimiento en el seno de la familia presidencial, que disponía de medios que no estaban al alcance de la mayoría de la población para afrontar la enfermedad.

Sánchez también quiso contrarrestar el hecho de que si se baja del Falcon (avión) es para subirse a un Puma (helicóptero) aduciendo que los aviones los compró Aznar y los usan todos los ministros. Ese as en la manga presidencial no es más que un ejemplo esférico del sentido de la locución latina excusatio non petita, accusatio manifesta.

Se quejó además el inquilino de la Moncloa del eslogan "que te vote Txapote", al que aludió el personaje como un ejemplo de "maldad" en su contra por parte de los abominables poderes económicos de la derecha y sus terminales mediáticas. Y es que según este mártir de la democracia, lo importante no es con quién se pacta sino qué se pacta.

Ese mismo "argumento" es el que se destilaba de sus respuestas a las preguntas sobre su particular relación con el vecino marroquí. A tal efecto son dignos de mención sus reparos cuando Évole calificó a Mohamed VI de rey absolutista. Sánchez dijo "negar la mayor" con un mohín de contrariedad. ¿Mohamed un rey absolutista? Pero qué me estás diciendo, amigo Jordi, apuntó el presidente, que no quiso entrar en detalles sobre la tragedia de la valla de Melilla, la avalancha que costó la vida a al menos 24 inmigrantes, cifra que ni el entrevistado ni el entrevistador mencionaron justo cuando se cumple un año de la masacre. Tampoco hablaron de la muerte de casi cuarenta personas que iban a bordo de una embarcación cuyo rescate las autoridades españolas dejaron en manos de las marroquíes no hace ni una semana.

Sea como fuere, Sánchez quiso dejar claro que él no miente, sino que cambia de criterio y que la suelta de violadores se debió a un "error técnico" del "Gobierno feminista". Y así con todo. El propósito de los hombres del presidente sería el de que Sánchez aparezca ante los medios como un ser de luz, pero vistos los resultados más parece otra operación tramada en la factoría de fechorías de Félix Bolaños.

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