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El ejército verde y pacifista

Por fin la UE ha dado un paso al frente con una Comunicación Conjunta para reducir el impacto ecológico de los ejércitos.

Por fin la UE ha dado un paso al frente con una Comunicación Conjunta para reducir el impacto ecológico de los ejércitos.

Las guerras contaminan. El antropocentrismo nos ha enseñado a mirar las batallas siempre poniendo el foco en las víctimas humanas, como si le importaran a alguien, sin prestar atención a lo importante: las plantas, los animales, y el cambio climático. Por fin la UE ha dado un paso al frente con una Comunicación Conjunta para reducir el impacto ecológico de los ejércitos. Leído el documento, cumplo con mi responsabilidad ciudadana como columnista comprometido con los osos polares de Al Gore, y ofrezco algunas medidas adicionales para reducir a cero la huella militar de carbono.

En la nueva eco-guerra, las bombas serán reciclables. Las víctimas mortales tendrán a su disposición tres contenedores tras cada bombardeo: el rojo para desechos radioactivos, el negro para la metralla y explosivos, y el verde para miembros amputados y otros residuos orgánicos. Antes de cada bombardeo, será obligatorio retirar de la zona todas las especies botánicas protegidas y alojar en hoteles para mascotas a los animales. En todo caso se recomienda utilizar bombas bio-ecológicas como la cerbatana con arroz, la jaula de mofetas o, en caso de apocalipsis nuclear, el lanzamiento de elefante con catapulta, previo consentimiento escrito del elefante.

Se prohíben las sirenas de autodefensa porque estresan a los animales domésticos. En su lugar se emplearán destellos luminosos, pero antes se les facilitará a búhos y lechuzas gafas de sol, porque son muy sensibles a las luces.

Los cazabombarderos serán sustituidos por ala deltas cargados con sandías, poniendo especial cuidado en no accidentarse en Espacios Protegidos. Y, si es así, tendrán obligación de recoger los restos del plástico, quedando claro que estar muerto no exime al piloto de cumplir sus responsabilidades contra el cambio climático.

Al enfrentarse a terroristas islámicos, los soldados estarán obligados a no disparar, ni detonar artefactos explosivos, porque eso es apropiación cultural. En cuanto al lenguaje sexista, se evitarán en zona de guerra expresiones como "por mis cojones", "y una polla como una olla" y muy especialmente el clásico heteropatriarcal e insostenible "te voy a volar los huevos". Sustituiremos a los espías por agentes verdes que delatarán a todo aquel que mate sin perspectiva ecológica.

Se necesitan miles de litros de agua para fabricar los viejos uniformes del ejército de tierra, con sus capas y acciones. Desde hoy, todos los soldados invadirán países en pelotas, y tendrán que hacerlo evitando pasearse por delante de mujeres o personas que se autoperciban hembras en ese momento, porque eso podría dar lugar a acoso sexual implícito, considerado crimen de guerra, que se paga con pena de fusilamiento, solo conmutable por operación de cambio de sexo sin anestesia.

Entre las medidas para combatir la sobrepoblación: se prohíben terminantemente los heridos. Toda aquella persona que resulte herida en el transcurso de una acción militar será ejecutada cuanto antes, pero no a disparos, porque los casquillos tardan diez siglos en desaparecer, y los tiros desconciertan a los estorninos, que podrían chocar entre sí, incendiarse y morir calcinados. Se les matará por desmembramiento, soltando animales salvajes hambrientos en la zona, como restauración histórica por la cantidad de mamíferos que los diferentes ejércitos han asesinado durante años.

Miles de bosques son talados cada año para hacer los mapas militares. Desde ahora, se colgarán de los árboles bebederos de pájaros que en su parte posterior tengan un QR con acceso a los mapas digitales como los menús de los restaurantes postpandemia. Y en lo referente a las costumbres diarias de los soldados, se elimina la ducha. Para facilitar la convivencia se proporcionarán pinzas para la nariz a aquellos que sean de pituitaria sensible; aquellos que de todos modos necesiten acicalarse, podrán hacerlo mediante autoabastecimiento, es decir, lavándose como los gatos.

Todos los vehículos del Ejército de Tierra serán sustituidos por patinetes eléctricos homologados por la Comisión Internacional de la Guerra Sostenible. La Marina irá a remo y en canoas de materiales biodegradables. Y, antes de cada acción militar marina, enviará a una bandada de buzos que conducirán a los peces a búnkeres seguros. Dichos buzos no regresarán a la canoa, quedarán a merced de los depredadores como alimento, para compensar las molestias causadas.

En cuanto al pacifismo, se acabaron los himnos militares, en su lugar sonará solo el Imagine de John Lenon. Si algún ejército alegase incontenible aversión a los Beatles, podrá utilizar como alternativa el Yo quisiera ser civilizado como los animales de Roberto Carlos, pero en la versión del futbolista.

Por último, la alimentación de los militares será estricta dieta vegana. En caso de necesitar urgentemente proteínas en heridos graves (que se hayan librado de ser ejecutados por su pertenencia a alguna minoría oprimida) se le facilitará, según la gravedad del moribundo, uno o dos insectos de tamaño medio, previamente atontados con la danza del Bullerengue africano, para evitar que sufran con los mordiscos. Además, a estos insectos se les concederá la medalla al mérito militar a título póstumo en un acto al que acudirá la ministra de Defensa ataviada como la Abeja Maya en honor a los bichos caídos en acto de servicio al ecosistema.

Rosas de papel, una novela de Itxu Díaz, ya a la venta.

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