
Suele decirse que las dudas presentes se aclaran por los hechos pasados. ¿Estamos seguros de que los españoles entendemos a nuestro Presidente? No sirve decir que él es así, ni siquiera que su problema es que se quiere demasiado.
Dos rasgos considero relevantes en su personalidad y que, salvo error, fundamentarían sus opiniones, y aclararían sus actitudes. Hay que valorar que, Pedro Sánchez tiene que dimitir como Secretario General del PSOE –septiembre 2016–, en el curso de un caótico Comité Federal, al ser derrotado por 132 votos frente a 107.
Un año después, ganaría las primarias a la Secretaría General, recuperando su posición anterior, aunque con el sinsabor de la confrontación producida en el seno del Partido. Sinsabor que desembocará en desmedida euforia, al ganar la Moción de Censura al presidente Rajoy, convirtiéndose en presidente del Gobierno de España. ¡Quién lo habría dicho, un año antes!
Esa euforia, mal administrada, le pudo conducir a pensar que esto era Jauja, y que el Estado era él. Algo así como "L’État, c’est moi" que se atribuye a Luis XIV, aunque, ni era el sigo XVII, ni tenía dieciséis años como el Rey Sol.
Sus decisiones fueron inmediatas: los 13 Ministros de Rajoy, se convirtieron inicialmente en 17, y después en 22, con cuatro Vicepresidencias y una Portavocía. ¿Estaba justificado semejante aumento, por incremento de necesidades públicas?
Así, su exagerado uso de medios públicos —hasta el Falcon y el helicóptero se hicieron familiares–, la ostentación del uso de Doñana, la mezcla de misiones públicas con las privadas… son prueba de su egolatría por un triunfo, tras una derrota tan próxima.
Muestras de egolatría, han sido también las entrevistas a sus ministros/as. Una entrevista carece de interés cuando entre entrevistador y entrevistado no se esperan discrepancias. En este caso, discrepancia impensable. El entrevistado debía contestar las preguntas convenidas, y manejar el incensario para mayor gloria y honor del entrevistador; verdadero protagonista de la escena.
El otro rasgo que sobresale en Sánchez, es el ninguneo. Ninguneo a los españoles y a sectores económicos múltiples, para él desconocidos. Ninguneo a los acreedores, que embargan bienes del Estado, por impago de deudas ejecutivas contra España.
Pero, el mundo, acaba pagando con la moneda recibida. Y el presidente ha sido ninguneado en círculos, en los que España debía estar presente.
Nuestra Administración está considerada como la más caótica de la Unión Europea, hasta no saber dónde está el dinero recibido, ni quién fue su beneficiario. Pero para ninguneo, la reciente alianza industrial entre Alemania, Francia e Italia, sin España; un ninguneo excesivo, que provocaría la dimisión del presidente, a poca vergüenza que tuviera.
Como ninguneo, éste con tintes tragicómicos, la imagen de Sánchez, cual vendedor ambulante, acosando a Biden, en busca de una foto que pudiera vender como vanagloria. Biden, ninguneando.
Aún así, son rasgos que carecen de importancia, comparados con su capacidad para presentar, lo inexistente como cierto, la mentira como verdad, las promesas como simples palabras, y el déficit y la deuda pública, como anécdotas menores.
¿Les ha servido de algo? ¡Pobre España, pobres españoles!
