Los resultados de las elecciones generales nos abocan a una situación de bloqueo político de la que va a resultar muy difícil salir. El empate técnico entre los dos bloques, con la llave de la gobernabilidad en manos de un fugado de la Justicia, hace que las negociaciones para la investidura se presenten como un camino largo y lleno de obstáculos de todo tipo. Las luchas entre los partidos extremistas que apoyan a Sánchez (así lo reafirmaron todos los dirigentes separatistas la misma noche electoral), que tratarán de utilizar esos apoyos para luchar por la primacía en sus respectivos territorios, es otro elemento que contribuirá a convertir las negociaciones para formar Gobierno en una subasta de privilegios a costa del resto de los españoles, tal y como ocurrió en la anterior legislatura.
Sánchez ya ha demostrado sobradamente que carece de escrúpulos a la hora de negociar y que está más que dispuesto a poner en almoneda todos los principios constitucionales para conseguir su objetivo de mantenerse en el poder. Sin embargo, la victoria electoral del Partido Popular no solo le da derecho a intentar investir a su candidato; también supone una obligación de dar ese paso en representación de la amplia mayoría de españoles que le ha entregado su confianza.
Feijóo debe partir de la base de que su victoria electoral ha sido claramente insuficiente y extraer las consecuencias oportunas de cara a una futura cita con las urnas. Pero ahora se trata de intentar legítimamente negociar con éxito una investidura que, sin embargo, necesitará contar con el apoyo de partidos que prefieren abiertamente a Sánchez, dado que es el presidente que les garantiza avanzar en sus objetivos anticonstitucionales.
La tarea es prácticamente imposible, pero lo último que puede hacer el candidato popular es huir de sus responsabilidades como hizo Mariano Rajoy en 2016, con las consecuencias por todos conocidas.
Estamos ante una legislatura decisiva, en la que el PP de Feijóo va a tener un papel fundamental a pesar de lo insuficiente de su victoria del pasado domingo. Sus escaños, unidos a los de VOX y sus otros socios minoritarios, le otorgan la suficiente capacidad de bloqueo para impedir que Sánchez trapichee con concesiones intolerables a sus aliados separatistas. Una eventual repetición electoral no puede encontrar noqueada políticamente a la principal fuerza española con sentido nacional, sino activa, con sus obligaciones institucionales respecto a la investidura convenientemente cumplidas y dispuesta a revertir en las urnas un resultado que ha insuflado a Sánchez un oxígeno político inmerecido.

