En la resaca postelectoral se ha dictaminado que la izquierda se movilizó y que esa fue la causa de que no se haya mandado a Sánchez a casa para una (más) larga vacación. En la izquierda se incluye naturalmente a Sumar, y no por lo que ganó, sino por lo que perdió respecto a su anterior encarnación. Se supone que esa pérdida mutó en voto útil contra la derecha, del mismo modo que se barrunta que cientos de miles de separatistas catalanes se pasaron al voto estratégico, todo ello para frenar al monstruo derechista de dos cabezas. Veremos si se demuestran estos y otros movimientos de los movilizados. Pero el dictamen general, por resumir, es que la ideología ha sido el elemento determinante en el voto y el resultado.
El dictamen lo han suscrito de un modo o de otro los distintos partidos del primer Frankenstein. Hasta el PNV ha celebrado que se haya frenado a la derecha, tal y como si fuera un partido de izquierdas más. En concordancia con este guión, el acierto de Sánchez y sus aliados habría consistido en reducir la confrontación electoral a una pugna entre "izquierda" y "derecha", y en reducirla al punto de eliminar prácticamente cualquier otro contenido. Algo de eso hubo en campaña. El asunto estelar no fue la rendición de cuentas del Gobierno saliente. Tampoco lo fueron los proyectos y propuestas más importantes. La cuestión de "frenar al fascismo" terminó por devorar todo lo demás. Y no por casualidad. Fue deliberado, y además era lo más fácil. Es más fácil y visceral discutir sobre Vox que sobre la deuda pública.
Tiene mérito, en cualquier caso, que una izquierda que hace tiempo que no sabe qué es logre movilizar a votantes apelando a la divisoria ideológica. Pero no seré yo quien niegue efectos movilizadores a este tipo de campañas, porque lo han demostrado en más ocasiones. Ocurre, sin embargo, que se olvidan otros poderes de movilización más prosaicos, pero tanto o más potentes. La política que se cuenta a sí misma y que es contada por otros (los medios) tiende a sobredimensionar el poder del discurso y a menospreciar ciertos resortes clásicos que mueven el voto desde siempre. Porque el demagogo en la plaza será esencial, pero igual de importante es el específico sistema de riesgo que los gobernantes emplean todo lo que pueden para asegurarse, entre otras cosas, la reelección. Y este gobernante, el que ahora puede revalidar, dispuso de un caudal como pocos para regar en abundancia todo tipo de jardines. Entre los fondos europeos y los fondos sin fondo, aquí se ha podido repartir mucho dinero, de forma selectiva.
Sánchez, aunque parezca imposible, puede haber movilizado emocionalmente a la izquierda, pero lo que también movilizó, de cara a la pugna electoral, son millones y millones de euros.
Y esto tiene su efecto, como lo ha tenido desde tiempo inmemorial.