Mientras el PSOE avanza con paso firme en la reedición del pacto Frankenstein con promesas a la carta sobre el "modelo territorial" y dando pábulo y esperanzas a quienes odian a España y lo único que pretenden es destrozar el sistema constitucional, el PP sigue instalado desde el 23-J en una suerte de perplejidad que se traduce en declaraciones sobre un posible diálogo con Junts en el marco de la legalidad desmentidas a posteriori. O en críticas a Vox que lo único que consiguen es deslegitimar aún más a esa formación en la línea de las tesis socialistas.
Cabía esperar del líder socialista y sus acólitos la obscenidad de presentar a partidos como Bildu, ERC o Junts como elementos perfectamente aceptables para la gobernación de un Estado al que esas mismas fuerzas combaten con todos los medios a su alcance, generalmente ilegales. Por ejemplo, ERC, el socio de referencia de la pasada legislatura, ya ha anunciado que su "oferta" para facilitar la investidura pasa por la impunidad de los delitos de los golpistas y por la celebración de un referéndum de autodeterminación cuyo anuncio implica la ruptura del pacto constitucional y del principio de la igualdad de derechos de todos los españoles.
Ya en los primeros compases de la negociación para la investidura por parte de Sánchez se suceden los anuncios de ese tenor y calado por parte de quienes deben auparle a la presidencia del Gobierno sin que se advierta en el PP una reacción clara y contundente, una acción política que trate de defender los fundamentos de la convivencia y de preservar los derechos de los ciudadanos recogidos en la Carta Magna. Hace bien el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en no cejar en su empeño de optar a la investidura como líder de la fuerza más votada y con más diputados tras las pasadas elecciones, pero se echa en falta mayor sustancia en la respuesta a las arteras maniobras socialistas y a su política de pactos.
El enemigo del PP no es Vox y esa es una lección del pasado proceso electoral que no parecen comprender todavía en la dirección de los populares. La falta de una reacción nítida en contra de esas alianzas allana el terreno a un PSOE que pretende afianzar el relato ante la opinión pública de la demonización de Vox y de que Junts o Bildu son partidos y socios perfectamente aceptables, fiables y legítimos. Pero eso es sólo para Sánchez, no para la mayoría de los españoles.
El PP debe dar un paso al frente en la defensa de la unidad de España y de un modelo autonómico que el PSOE pretende poner patas arriba con ofertas de quitas de deuda para Cataluña y con una financiación autonómica que acabaría por hacer realidad el espantajo de la plurinacionalidad del Estado, principio del fin de la Nación real que desprecian los independentistas. Ante la constatación de que Sánchez ya ha obtenido el visto bueno de quienes quieren destruir España y desmantelar el Estado de Derecho, Feijóo debe ofrecer de forma inmediata una acción política alternativa que bien podría sustentarse en el poder territorial alcanzado por el PP con el concurso de Vox en las elecciones previas a las generales, las municipales y autonómicas de España.
No puede ser que con un mapa de España dominado por las fuerzas conservadoras Sánchez no aprecie obstáculo apreciable en su proyecto de desmembrar la Nación para satisfacer sus ansias de poder y los anhelos destructivos de sus socios. El PP debe desprenderse de sus complejos y forjar con Vox una complicidad estratégica que permita una brizna de esperanza a los españoles que no quieren dejar de serlo para caer en manos de los caciques separatistas. Ya es hora de que el PP salga de la estupefacción, pase página de sus querellas con Vox y se afane en la defensa de los intereses nacionales. Son demasiados días ya aceptando el marco socialista en el que los derrotados han ganado y partidos que han perdido cientos de miles de electores, como es el caso de ERC y Junts, sean presentados como los garantes de los resultados de las urnas.

