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EDITORIAL

Sánchez en Marruecos, otra ofensa a los españoles

Sánchez parece encantado con la situación de extrema debilidad de España frente a las recurrentes amenazas procedentes de ese país.

El presidente del Gobierno en funciones ha decidido pasar sus vacaciones en Marruecos y fuentes de Moncloa aducen el carácter "estrictamente privado" del asueto de Pedro Sánchez para no dar ninguna explicación más allá de la constatación de su desplazamiento al país norteafricano. Estrictamente privado fue también el cambio de criterio del líder socialista respecto de la posición española en la cuestión del Sáhara. A pesar de tratarse de una cuestión de Estado y de un asunto de alto voltaje internacional, Sánchez no consideró necesario dar ninguna explicación sobre tal modificación de la posición histórica de España respecto a la soberanía del antiguo territorio español.

Muy privado resultó ser también el expediente de la intervención de los teléfonos móviles del presidente y de los ministros de Interior, Fernando Grande-Marlaska, Defensa, Margarita Robles, y de Agricultura, Luis Planas con el programa espía Pegasus, un asunto que apunta directamente a los servicios secretos de Rabat según se ha constatado en la Unión Europea y del que no se ha aportado explicación alguna más allá de las vaguedades del fontanero Bolaños y el archivo en la Audiencia Nacional.

En el caso de Marruecos, todo parece privado. Igual que la cena para celebrar el fin del Ramadán con la que Mohamed VI agasajó a Sánchez, aquella de la bandera de España boca abajo en la sala donde se llevó a cabo el festín. Y muy privada es también la posición del Gobierno respecto a las ofensivas reclamaciones de Rabat sobre la soberanía de las ciudades españolas de Ceuta y Melilla y de las Canarias. De tan privada que es resulta que los españoles carecen de toda información sobre la posición del Ejecutivo que preside el egregio turista español en Marruecos ante las acometidas diplomáticas y no diplomáticas de Rabat.

El repaso a los asuntos abiertos entre España y Marruecos nos lleva también a la matanza de inmigrantes en Melilla perpetrada por la gendarmería marroquí y justificada por el titular de Interior español o a las oleadas de pateras procedentes de las costas marroquíes. Pero Sánchez parece encantado con las autoridades marroquíes y con la situación de extrema debilidad de España frente a las recurrentes amenazas procedentes de ese país. La clamorosa ausencia de respuesta sitúa a España en una posición tan incomprensible como inasumible.

Pedro Sánchez puede pasar sus vacaciones donde la plazca y más si los gastos corren de su cuenta. Otra cosa son los regalos de los que se pueda beneficiar procedentes de otros gobiernos. Y eso sí merece una explicación, como la requieren las cuestiones de la agenda entre España y Marruecos. En este contexto, las vacaciones de Sánchez constituyen una nueva demostración de desprecio no ya a la oposición sino a los españoles que advierten cómo Marruecos, lejos de ser un país aliado, es una amenaza permanente y un elemento que contribuye a nuestra inestabilidad, que compite de manera desleal con nuestra agricultura, que entorpece las actividades pesqueras españolas, que maneja la inmigración a su antojo y conveniencia y que sostiene una política fronteriza del todo ofensiva.

Pero nada de eso parece importarle a Sánchez, más desacomplejado y desatado que nunca tras las elecciones generales del 23-J. Tal vez algún día los españoles conozcan el precio que se cobra Marruecos. Las reacciones entusiastas de la prensa marroquí tras los resultados electorales en España, interpretadas allí como un triunfo en toda regla de Rabat, son muy significativas.

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