
Nadie sabe hoy qué hará Puigdemont el jueves que viene. Ni siquiera él. Lo que sí se sabe es que hará presidente del Gobierno a Pedro Sánchez a cambio de la promesa de la amnistía y el referéndum, por inconstitucionales que sean. La cuestión es que el presidente, que dará lo que se le exige, quiere hacerlo sólo a cambio de la investidura y en secreto y no adelantarlo a cambio de los votos a favor de una Mesa con mayoría socialista y comunista. A lo mejor Puigdemont está dispuesto, como gesto de buena voluntad, a votar a favor de la izquierda en la elección del presidente de la Cámara y la composición de la Mesa. O quizá prefiera el día 17 demostrar cuánto valen sus votos absteniéndose y dando la presidencia de la cámara al PP (siempre que Feijóo tenga atado el voto de Coalición Canaria, que es mucho decir).
Puestos a hacer una apuesta, parece más probable esto último porque Puigdemont sabe que le pide al PSOE algo que éste no quiere dar. Mucho más si el acuerdo tiene que ser público, que es la única garantía de que Sánchez cumpla su promesa, tan amigo como es de cambiar de opinión. Abstenerse en la votación de la Mesa es la única forma que tiene el señor de Waterloo de que los socialistas le vean las orejas al lobo de la repetición electoral. Dicen en Ferraz que a Junts le conviene tan poco como al PSOE volver a ir a las urnas en diciembre, pero no es cierto. Naturalmente, los viejos convergentes prefieren que no haya que votar de nuevo, pero si hay que hacerlo, piensan que serán los menos perjudicados, pues han conservado el respaldo de su electorado a base de negarse a colaborar con Sánchez mientras la Esquerra se ha dado un trastazo terrible precisamente por lo contrario. Su conclusión es que la firmeza da votos. Y qué mejor manera de mantenerse firmes que negarse a votar a la izquierda para la Mesa del Congreso si no se ha dado nada realmente importante a cambio.
Así pues, PSOE y Junts irán de la mano hacia el precipicio, amenazando con estar dispuestos a tirarse por él arrastrando el uno al otro si no hay trato. Es una situación frecuente en política que aboca necesariamente al acuerdo. Pero no hay que olvidar que la votación de la Mesa, que es un barranco bien profundo para el PSOE, no lo es tanto para Junts y a éstos no les importará que el PSOE tropiece en él. A fin de cuentas, darles casi gratis la presidencia del Congreso y el control de la Mesa sólo serviría para que los socialistas creyeran que pueden contar en la investidura con Junts a cambio de un plato de lentejas, como ya han dicho en Ferraz que sucederá. Así que, pase lo que pase con la votación de la Mesa, lo que es seguro es que, con presidente del Congreso del PSOE o con presidente del Congreso del PP, habrá acuerdo de investidura. E incluirá la amnistía y el referéndum. Y Pumpido sancionará su constitucionalidad. Terrible.
