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Pablo Planas

Rubiales y el silencio de los futbolistas

El fútbol español es un negocio macanudo que tiene que ver con el deporte lo mismo que un higo con una castaña. Igual el femenino. La misma mandanga.

El fútbol español es un negocio macanudo que tiene que ver con el deporte lo mismo que un higo con una castaña. Igual el femenino. La misma mandanga.
Jenni Hermoso. | EFE

Como lo de la política va para largo, servidor (permitan la inmodestia) es partidario de que degraden, cesen, condenen y fustiguen al presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, por el asunto del beso a la futbolista Jenni Hermoso, pero más aún por tocarse los dídimos a lo "Huevos de oro" delante de la Reina Letizia y la infanta Sofía, por los pelotazos al alimón con Gerard Piqué para llevar la Supercopa de la repera a Arabia Saudí, por mirar para otro lado en la compra de árbitros a cargo del Barça (el llamado caso Enríquez Negreira) y por el descenso en los despachos del "Espanyol" de un empresario chino al que le importa un higa el club de su propiedad, con lo que eso ni siquiera es culpa suya. Por lo demás, una gestión excelente, a la altura de los turbios manejos de Roures y Tebas.

El ósculo de marras ha servido además para que la izquierda y la filial feminista de la izquierda vuelvan a poner sobre la mesa el controvertido asunto del consentimiento a la luz de ese disparate mayúsculo de la ley del "sólo sí es sí" que excarceló a decenas de violadores y rebajó las condenas a más de mil condenados por delitos sexuales. Ahí también se pidieron dimisiones, pero en balde. A pesar de la alarma social, de las evidencias sobre la magna chapuza jurídica, de la catástrofe que supuso la ley para las víctimas y sus familias, del dolor inmenso y de la sensación de impunidad y miedo generada, no dimitió nadie. Ni la ministra de Igualdad ni mucho menos el presidente del Gobierno. Ni siquiera pidieron disculpas. Es más, hasta sacaron pecho por aquel engendro legislativo.

Si Rubiales resiste el chaparrón, igual mantiene el cargo, aunque no es lo mismo el presidente de una federación, por muy de fútbol que sea, que Irene Montero o Pedro Sánchez. El caso es que anda todo el mundo alterado con este señor rijoso, pero todavía es hora de que se manifiesten los presidentes de los clubes. Y los futbolistas, que guardan un estruendoso y prudente silencio a la espera, quién sabe, de que escampe o de que fulminen a su ex colega de profesión y entonces ya se pueda bailar sobre su tumba. O puede, tal vez, que consideren que el asunto se sacó de madre y esa callada por respuesta es una demostración de apoyo, solidaridad y lealtad entre bomberos que no se pisan la manguera.

Hablen o no hablen, de los futbolistas no se espera gran cosa más allá de meter goles o evitarlos en medio de ese fangal que es el fútbol español, negocio macanudo que tiene que ver con el deporte lo mismo que un higo con una castaña. Igual que el fútbol femenino. Sí, el fútbol femenino también. La misma mandanga.

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