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EDITORIAL

Feijóo no será alternativa de nada si habla con JxCat

No hay nada que indique que Junts acepta el marco constitucional y las leyes, sino todo lo contrario.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, insiste en abrir el compás de cara a su sesión de investidura y reunirse con Junts per Catalunya (JxCat), el partido del prófugo Puigdemont, de la condenada por corrupción Laura Borràs (presidenta de la formación) y de un indultado que menosprecia la medida de gracia Jordi Turull (secretario general). Los antecedentes de los mentados son algo más que un serio indicio de la clase de partido que es JxCat, pero es que además su programa y planteamientos chocan frontalmente con los principios básicos recogidos en la Constitución sobre la unidad nacional, la igualdad en derechos y obligaciones de los españoles y la no discriminación por razones de lengua u origen, entre muchos otros.

Que Núñez Feijóo esté dispuesto a contactar con Junts no se debe en ningún caso al encargo del Rey por mucho que en el PP se insista en que ese encargo implica que hay que hablar con todas las formaciones políticas. Esa intención, expresada por dirigentes del partido como Cuca Gamarra, Esteban González Pons y Elías Bendodo, es un error sin paliativos que va contra los principios que dice defender el PP. En el mejor de los casos podría interpretarse como un brindis al sol, pero un brindis que ya provoca graves daños en la credibilidad de la formación conservadora. Sentarse en una mesa con dirigentes de Junts es blanquear el golpismo, dar carta de naturaleza democrática a un partido que no lo es en absoluto, caer en las trampas tendidas por el PSOE y Sumar e incurrir en sus mismos errores.

La intervención de Feijóo previa al encargo del Rey para someterse a un debate de investidura se sustentaba en claves como la unidad nacional, la igualdad entre españoles, el respeto escrupuloso por la legalidad y la defensa de la Constitución. Todo eso es incompatible con "dialogar" con Junts, por mucho que el líder popular se afane en matizar que hablar no significa aceptar las reivindicaciones de Junts. Pero el solo hecho de plantearse un diálogo con la formación separatista es ya una concesión inadmisible para quienes protagonizaron un golpe de Estado y persisten en sus intenciones de manera explícita.

"Nosotros no somos Sánchez" y "en ningún caso aceptaríamos lo que está dispuesto a aceptar el partido de Sánchez", ha manifestado Feijóo en el cónclave con los barones de su partido en Sotomayor. Pues la mejor forma de demostrar eso es no reunirse con Junts ni incluir a esa formación entre los partidos con los que es posible hablar de lo mejor para España y para sus ciudadanos. No hay nada que indique que Junts acepta el marco constitucional y las leyes, sino todo lo contrario. Si alguien le ha explicado a los dirigentes del PP que Puigdemont ha modulado sus posiciones y se acerca al pragmatismo, ese alguien les ha engañado. ¿Qué sentido tiene además presentarse a la investidura para denunciar que Sánchez está dispuesto a ceder todo y en todo con los separatistas cuando se está dispuesto a sondear a esos mismos separatistas? ¿Con qué fuerza puede denunciar Feijóo que Sánchez está en manos de los enemigos de España si él mismo se plantea reunirse con ellos antes del debate de investidura?

Y es que hablar con Junts no es solo un problema de índole moral, sino también un clamoroso fallo estratégico. Feijóo no va a conseguir con su acercamiento la abstención de Junts, sino deslegitimar su propio discurso, debilitar su posición y restar crédito a sus palabras sobre la unidad de España. Feijóo no puede trasladar a los once millones de votantes del PP, Vox, UPN y Coalición Canaria la impresión de que hace lo mismo que Sánchez porque entonces no es la alternativa a Sánchez ni está en condiciones de apelar a los sectores y electores del PSOE descontentos con el sesgo antiespañol del líder socialista. La pretensión de hablar con Junts es un caso de miopía política, especialmente acentuada en el PP en todo lo concerniente a Cataluña. Un error que puede pasar una elevada factura a Feijóo y dañar el sentido y el objetivo de su debate de investidura, que no es el de acreditar a Junts y ERC como interlocutores válidos sino representar a los votantes hartos de los chantajes separatistas.

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