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¡'Apreta' Puigdemont!

cualquier cosa es posible. Mientras tanto, sólo me queda de decir, parafraseando a Quim Torra: '¡Apreta Puigdemont, apreta que fas bé d'apretar!'.

cualquier cosa es posible. Mientras tanto, sólo me queda de decir, parafraseando a Quim Torra: '¡Apreta Puigdemont, apreta que fas bé d'apretar!'.
Carles Puigdemont. | Europa Press

Reconozco que soy casi el único de mi entorno que piensa esto, pero a mí la comparecencia de este martes de Carles Puigdemont me ha transmitido una impresión muy viva de que al acuerdo para hacer presidente a Sánchez le queda más de lo que parece y, desde luego, mucho más de lo que los voceros del Gobierno van propagando por ahí.

Hago constar aquí dos indicios de que es probable que me equivoque: el primero, el optimismo que en los últimos tiempos me arrasa a la mínima oportunidad; el segundo, aún más importante, que el bueno de Pablo Planas, que es mi gurú para entender las cosas del manicomio secesionista, no comparte mi análisis y, al contrario, es mucho más escéptico y me dice que ha visto a Puigdemont muy blandito.

Paro colmo justo hoy me toca escribir columna y ya saben ustedes lo difícil que me resulta elegir tema de un tiempo a esta parte, creo que me voy a tirar a la piscina una vez más y a hacer no tanto una predicción –para eso tendría que estar dentro del mismo Cocomocho y gracias a Dios no es así– sino una advertencia: ojo que igual el de Waterloo está a un paso de hacer saltar la banca.

Voy a tratar de explicarme: lo que más me ha llamado la atención de la comparecencia de Puigdemont es la exigencia de que la amnistía –el "alivio penal" en la terminología de Lo País– llegue antes de que empiece la negociación. Además el de JxCat no se refiere a una promesa genérica, un compromiso vaporoso como los que suele aceptar Sánchez, no: habla de que sin una ley aprobada y en vigor ni se sienta a la mesa.

Y más allá de que me parece bastante humillante para Sánchez y más complicado políticamente aceptar una negociación en estos términos, nos metemos en un problema de plazos para una ley que, incluso con Conde-Pumpido en el Constitucional, tiene que ser un encaje de bolillos legal bastante complejo.

Además, no ha sido lo único: Puigdemont muestra en público su desconfianza –y en eso le tenemos que dar la razón, de Sánchez te puedes fiar lo mismo que de meterte una piraña en la bañera… tras untarte salsa barbacoa en tus partes– y exige no sólo el cumplimiento temprano de los acuerdos, sino también una especie de verificador que vaya dando cuenta de las sucesivas genuflexiones del PSOE.

Lo más significativo, no obstante, es un tema en el que casi nadie incide: entre estos acuerdos que tienen que cumplirse ya mismo ha incluido, y ha incidido bastante en ello, uno que sabe positivamente que es imposible que llegue a buen puerto: la admisión en la UE del catalán como lengua oficial. Es algo que el Gobierno se apresuró a pedir, pero que no va a ocurrir en ningún caso y que Bruselas rechazará el próximo día 19. ¿Podrá el de JxCat retractarse de sus amenazas cuando la UE le diga que verdes las han segado?

Y todo sin olvidar el referéndum, que no lo ha puesto como requisito imprescindible pero parece piedra insustituible de ese "acuerdo histórico" que pide el secesionista para cicatrizar las heridas de 1714, nada más y nada menos.

Por supuesto, todo esto quiere ser un análisis más o menos racional pero soy consciente de que pasa por un elemento completamente irracional: el propio Puigdemont, sus urgencias vitales –estar en Waterloo tiene que ser un coñazo– y el papel de padre de la patria que él mismo se ha otorgado. ¿Conclusión? Que cualquier cosa es posible: que apoye a Sánchez,, que no lo apoye y todo lo contrario. Mientras tanto, eso sí, sólo me queda de decir, parafraseando a Quim Torra: ¡Apreta Puigdemont, apreta que fas bé d'apretar!

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