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Pablo Planas

Todas las mentiras, una a una, de Puigdemont

Todo en el discurso de Puigdemont es mentira, una colección de patrañas sin fundamento imposibles de aceptar y asumir.

Todo en el discurso de Puigdemont es mentira, una colección de patrañas sin fundamento imposibles de aceptar y asumir.
Carles Puigdemont en su mensaje tras el auto de Pablo Llarena | Europa Press

Uno de los muchos problemas de negociar con Carles Puigdemont es que es un tramposo, un cuentista, un victimista y un ventajista. El discurso que pronunció el martes en un hotel en Bruselas para fijar las condiciones de una eventual investidura de Pedro Sánchez refleja a las claras esas cuatro cualidades del expresidente catalán prófugo. A tenor de tal intervención, Cataluña sería una nación sojuzgada desde 1714 por una potencia colonial que destruyó todas las instituciones catalanas y se ha dedicado con inusitado afán a perseguir a los hablantes del catalán. De ahí que Puigdemont exija un acuerdo "histórico" con un compromiso igualmente "histórico" como el que ningún Gobierno español "ha sido capaz de lograr desde la caída de Barcelona el 11 de septiembre de 1714".

De modo que nuestro hombre en Waterloo se remonta hasta la Guerra de Sucesión para fijar el inicio de lo que él llama "conflicto entre Cataluña y España" y se erige en el garante de las esencias de los muertos del siglo XVIII. Y resulta que tres siglos después estamos en las mismas. Curioso. Pero hay más, mucho más.

En el mismo discurso, Puigdemont sostiene que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán de 2006 fue un acto intolerable e incompatible con el régimen del 78. Y que eso fue lo que desencadenó el procés. Aquel Estatuto fue votado por menos de la mitad del electorado de Cataluña, el 48,85%, de lo que cabe deducir que el texto alumbrado por dos percebes jurídicos como Zapatero y Artur Mas le importaba un comino a la mayoría social del país. En cuanto a la sentencia, lo único que decía aquel fallo es que Cataluña no podía considerarse una nación a efectos prácticos y que la inclusión de tal término en el preámbulo del Estatuto no tenía ningún valor o el mismo que proclamar que el centro del mundo está en la estación de Figueras, capital del imperio catalán.

Lo que ocurrió es que al PSC del bueno de Montilla le dio por emprender una protesta contra la sentencia del TC que capitalizaron los separatistas que venían preparando el procés desde el "programa 2000" del corrupto Pujol consistente en la desespañolización de Cataluña por la vía de la inmersión lingüística y el apartheid puro y duro de los que no se sumaran o no fueran dignos de sumarse a la causa del catalanismo.

También dijo Puigdemont que la culpa de la fuga de empresas fue del Gobierno por arbitrar un decreto que facilitaba su salida. Es una forma de verlo. Otra es que las empresas y los bancos exigieron al Ejecutivo presidido por Mariano Rajoy toda clase de facilidades para huir de aquel disparate en el que habían convertido Cataluña los Mas, Pujol, Junqueras y Puigdemont. Y otra más, la "aplicación salvaje" del artículo 155 de la Constitución. Sí, muy salvaje, tan salvaje que su entonces mano derecha, doña Elsa Artadi, y el actual presidente de la Generalidad, Pere Aragonès, fueron confirmados en sus puestos y mientras le hacían la pelota al funcionario del Estado pasaban información a sus jefes de partido.

Todo en el discurso de Puigdemont es mentira, una colección de patrañas sin fundamento imposibles de aceptar y asumir. Él mismo es una mentira cuando se dice "exiliado". No hombre, no. Es un hombre al que no le da la gana rendir cuentas ante la justicia. También es mentira lo de la represión y la persecución del independentismo. ¿O es que no son independentistas los que gobiernan la Generalidad? ¿Es que no hacen lo que les da la gana en materia lingüística arrinconando el español como si fuera un idioma extranjero y discriminando a la población que no habla catalán por el motivo que sea?

También es mentira que el separatismo sea una opción política legítima, salvo que se pretenda legitimar el supremacismo, la xenofobia, el racismo y demás lindezas de los partidarios de la republiqueta que llaman "ñordos" y "colonos" a los que no comulgan con sus ruedas de molino y a los que invitan a irse a su país si no les gusta Cataluña.

Visto con detenimiento el discurso de Puigdemont, cualquier gobernante con un mínimo de dignidad y decoro descartaría por completo negociar nada con él y trataría de alcanzar un pacto constitucional que librara a los ciudadanos españoles de la perniciosa influencia de unos independentistas que se mantienen en la unilateralidad mientras afilan las hoces para segar a más de la mitad de la población de Cataluña con un referéndum de autodeterminación. No pasará. Sánchez prefiere seguir en la Moncloa aunque tenga que negociar con un hombre que miente y miente sin parar, como él mismo.

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