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Pedro Gil Ruiz

A Pedro Sánchez un señor con turbante le canta 'Capri c'est fini'

Fíjense ustedes en esa evolución: septiembre de 2020, un presidente optimista. Septiembre de 2023, un político derrotado y atrapado por sus obsesiones.

Fíjense ustedes en esa evolución: septiembre de 2020, un presidente optimista. Septiembre de 2023, un político derrotado y atrapado por sus obsesiones.
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Algunos comienzan a entender ahora por qué el presidente del PP pidió que el debate de investidura se programara para finales de septiembre. Había que dar tiempo a los imprevistos. Y los imprevistos comienzan a personarse.

La vicepresidenta Yolanda Díaz se reúne con Puigdemont y a punto está de meterle la nariz en un ojo. Agresión que hubiera dado al traste con el apoyo de Junts. No contenta con eso, a los pocos días se morrea con otro prófugo, Toni Comín. Este figura fue militante del PSC de 2011 a 2014. Tuvo una revelación tras soñar con Francesc Macià y se hizo independentista súbito.

Puigdemont aparece en escena después de haberse zampado una docena de buñuelos de viento y exige un verificador internacional y la amnistía. Para abrir boca. Después, ya se verá. En La Moncloa celebran que amnistía y referéndum "no están ya en el mismo plano". Ven la botella medio llena, lo que no dicen es que se han pimplado la otra mitad para pasar el trago.

Mientras a Urkullu se le pone cara de Ibarretxe. Llegan rumores de que sectores del PNV se rilan. Más botellas en Moncloa.

Lo de la amnistía solivianta al Frente de Juventudes Socialistas y se suceden la declaraciones condenatorias. Hasta una persona tan paciente y templada como Nicolás Redondo Terreros (Nicolasín para los viejos ugetistas) apunta directamente al PSOE: "En España la crisis política, que nos acerca inexorablemente al precipicio no la provocan ni Puigdemont ni Junqueras, tampoco Urkullu, ni mucho menos la efervescente Yolanda Díaz. El protagonista de convertir la Transición en un paréntesis, si las cosas van por donde parece, será el PSOE, ni siquiera Pedro Sánchez".

Y en esto aparece un señor con turbante (blanco de la Casa de Saúd) y, sin decir ni pío, se levanta el 9,9% de las acciones de una empresa estratégica: Telefónica. Duplica el porcentaje del segundo accionista [BBVA, 4,87%] y deja caer que no ha informado al Gobierno español porque no se fía de que los socios de "progreso" filtrasen la operación.

Sánchez es un pato cojo y los saudís le han cantado capri c’est fini.

"El Gobierno español lleva años dándose baños de popularidad a base de castigar a las grandes empresas: trabas a las operaciones corporativas, regulaciones sobrevenidas, impuestos a medida que lastran su cuenta de resultados y muestras públicas de menosprecio por lo que son y por lo que hacen… La irrupción súbita de STC como primer accionista de Telefónica es, también, el resultado de esa actitud del Gobierno que ha diezmado el valor de la empresa en las bolsas y, sobre todo, ha transmitido la sensación de que estaba desamparada por parte de su propio Estado". Escribía tras la operación, el director de El Periódico, prensa afín al PSC.

El pasado mes de febrero, Fernando García-Romanillos informaba en Vozpópuli que "desde que iniciara sus denuncias sobre los poderes oscuros u ocultos, el presidente del Gobierno se ha visto con 38 responsables de grandes corporaciones, ninguno español, salvo cinco en un numeroso grupo de industriales farmacéuticos. El acoso, verbal primero y fiscal a continuación, del Jefe del Ejecutivo sobre lo que sería una plutocracia española, comenzó el 29 de junio de 2022. Decayó algo a partir de noviembre y se ha vuelto a manifestar vigorosamente a final de enero de 2023".

Recordaran ustedes que en septiembre de 2020, el presidente del Gobierno abrió el curso político en un acto celebrado en la Casa de América con el IBEX sentado en primera fila. ‘España puede’ fue el mensaje urdido por ese ángel caído llamado Iván Redondo. "El mundo empresarial arropa a Pedro Sánchez en la inauguración del curso político" se leía en titulares por la mismas fechas de 2021.

Algo se torció en septiembre de 2022, entonces los estrategas del Edificio Semillas organizaron un acto en los jardines de La Moncloa con un grupo de ciudadanos seleccionados. Se refugiaban en un escenario protector. Parecía como si el presidente comenzase a sentirse atrapado por su propio discurso. Ese que advierte de los poderes ocultos, del avance de la reacción ¿Paranoia?

Hace unos días, el 4 de septiembre, Pedro Sánchez inauguró el curso político en un escenario sombrío. Una sala a oscuras, un foco le ilumina; tras él un forillo en la escala cromática del detritus. En primera fila su gente más cercana. Estamos en el Ateneo de Madrid y el acto lo ha organizado su presidente, Luis Arroyo, el cabecilla del comando socialista que se hizo con el control del Ateneo tras la pandemia ¿De qué habló el presidente de "nuestro país"? Pues de que "nuestro país" ha frenado a la reacción mundial ¡No pasaran! Que éramos una pieza codiciada. Y de que la derecha está en manos de la extrema derecha en cinco gobiernos europeos —lo dice cuando es el presidente de turno del Consejo de la Unión Europea—. Ni una palabra sobre la presidencia española. Así los primeros doce minutos. A oscuras, frente a sus fieles que permanecían en silencio.

Fíjense ustedes en esa evolución: septiembre de 2020, un presidente optimista. Septiembre de 2023, un político derrotado y atrapado por sus obsesiones.

Y los imprevistos acaban de comenzar.

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