
Digamos lo anterior con respeto al lince, mediterráneo y europeo, pero mientras la conservación del lince ibérico ha causado tanta preocupación que se ha desarrollado un exitoso programa de cría en cautividad, poco a poco, casi sin darnos cuenta, estamos perdiendo los efectivos de gatos monteses ibéricos puros.
Un bellísimo felino
El gato montés es un felino muy esquivo, difícil de observar, y por tanto de contabilizar para averiguar el estado de sus poblaciones salvajes y de su necesidad de protección. Los últimos estudios sobre el ADN de la especie han revelado que está mucho más emparentado con los gatos domésticos de lo que hasta hace poco tiempo se pensaba.
Hasta hace pocos años, la mayor parte de los expertos consideraban ancestro de los gatos domésticos a una subespecie de gato salvaje norteafricana, el Felis lybica, apartando al Felis silvestris europeo de la condición de antepasado inmediato de nuestras mascotas felinas. Hoy se considera que no es así.
Admitiendo el inmediato parentesco del gato montés con los domésticos se explica la capacidad de ambos felinos para aparearse y producir descendencia fértil, y este es precisamente uno de los puntos en que se basa la actual decadencia genética de la especie salvaje y la contaminación genética que afecta a buena parte de la población de monteses.
También algunos aspectos del comportamiento de nuestros gatos tienen su base en el parentesco con el gato montés. Cuando se admitía la relación inmediata entre el gato norteafricano (Felis lybica) y el gato doméstico (Felis catus), resultaba paradójica la aversión natural al agua que muestra la mayoría de nuestros gatos mascota, siendo el Felis lybica un gato pescador.
Las trampas fotográficas empleadas para captar imágenes de los esquivos gatos monteses en plena naturaleza arrojan cada vez más capturas de fotos de gatos asilvestrados sospechosamente intermedios en su aspecto entre silvestres y domésticos, especialmente en lo que se refiere al gran rabo atigrado de los verdaderos monteses, que tiende a disminuir de tamaño en los mestizos. La decadencia genética por hibridación podría ser en la actualidad el mayor enemigo de la especie.
El gran gatazo de ocho a nueve kilos de peso en los machos no tiene demasiados enemigos naturales, quizá con la excepción del lobo, que sin presionar directamente sobre él le expulsa de los territorios de encame sólo por respeto a sus señales olfativas, algo parecido a la rivalidad entre el perro y el gato trasladada al mundo silvestre.
Grave error en la protección del gato doméstico
Los actuales conceptos proteccionistas de las colonias de gatos domésticos asilvestrados suponen un grave error zootécnico y un peligro para la diversidad de la fauna silvestre española. Hablamos del establecimiento de colonias felinas a cargo de los respectivos erarios municipales, que en función de las nuevas Leyes de Bienestar Animal, exigen la creación de estructuras municipales de protección de gatos asilvestrados en forma de colonias en libertad sometidas a castración y apoyo territorial y alimentario.
Es cierto que este modelo de colonia controlada ha dado buenos resultados en el medio urbano, actuando sobre pequeñas colonias de gatos formadas en solares o jardines. Capturar, esterilizar y apoyar es mucho más humanitario y eficaz que las antiguas matanzas, ya que al poco tiempo de realizarlas nuevos gatos volvían a colonizar los espacios urbanos descastados.
Pero en el medio rural o semirrural, ni corte ni cortijo, donde la naturaleza y las urbanizaciones se funden en sucesión gradual, la situación es muy diferente.
Las colonias de gatos asilvestrados, aunque protegidos y teóricamente esterilizados a cargo de los limitados presupuestos municipales, campan por sus respetos extendiendo sus territorios a la naturaleza. Los "gatófilos" que son partidarios del mantenimiento de dichas colonias, tranquilizan sus conciencias sin necesidad de adoptarlos como se hace con los perros abandonados, los naturalistas, alarmados por la predación que estos felinos realizan sobre la fauna silvestre, especialmente sobre las aves, se muestran horrorizados: gatófilos de salón frente a naturalistas de campo, una guerra creada por las nuevas leyes que nunca debió llegar a producirse.
Porque la verdadera protección de los gatos asilvestrados debe basarse, en primer lugar en controlar la permisividad sobre las escapatorias y contacto con el exterior de los gatos domésticos, en su esterilización controlada si no se trata de ejemplares reproductores propiedad de criadores autorizados, y en lo referente a los abandonados, en su confinación en refugios y en el fomento de la adopción.
Los verdaderos amantes de los gatos, entre los particulares, tienen la posibilidad de adoptarlos y mimarlos como mascotas, que es lo que deben ser, no en descargar sus conciencias fomentando que vaguen en la naturaleza prózxima a las urbanizaciones. Un gato es un eficacísimo predador cuya actividad puede resultar insostenible para la fauna silvestre.
La hibridación entre gatos monteses y gatas cimarronas, que está acabando genéticamente con la pureza del gato montés, es una buena prueba.
Por cierto, nada tiene que ver el precioso felino ibérico con la ópera española del mismo nombre escrita por el maestro Manuel Penella, que en 2017 celebró su centenario y con tal ocasión fue repuesta en el Teatro Nacional de la Zarzuela. Esta obra es conocida popularmente gracias a su pasodoble, que se desgrana en forma dialogada entre el torero "Rafaelillo" y la gitana "Soleá". El "gato montés" operístico es un bandido, "Juanillo", a quien se conoce por ese sobrenombre por ser tan escurridizo y montaraz como el propio felino. Pero esa es otra historia.
Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales
