
Ninguno dice que se hará, pero todo lo que dicen apunta a que se hará. El teatrillo socialista sobre la amnistía llega incluso al punto de no mentarla. Como el Voldemort de la saga de Harry Potter, la amnistía es innombrable. Portavoces y dirigentes eluden la palabra caliente, tan caliente que quema. Quieren ganar tiempo, tiempo para que sus oficiosos preparen el ambiente antes de que llegue el instante de soltar el bombazo. Con las argucias que han puesto en circulación desde que vieron que la suerte de Sánchez pasaba por Waterloo, están haciendo el colchón para amortiguar el impacto.
No sabemos con exactitud cómo y cuándo, pero sabemos qué dirán en cuanto vayan a aprobarla. Ya lo dice la tropa que se encarga de preparar el terreno, reciclando los viejos temas de siempre. Regresa uno imperecedero, el de la "desjudicialización del conflicto catalán", constructo falaz que sirvió para dar los indultos pese a que no se cumplían las condiciones y para reformar el Código Penal a la medida de los condenados. A pesar de que dijeron entonces que la "desjudicialización" quedaba hecha, ahora se ve que no fue "desjudicialización" suficiente.
Regresa igualmente la santa constelación de valores que decora cualquier sórdida componenda de esta categoría: la convivencia, la pacificación, el cierre del procés y pasar página de los hechos de 2017. Dicen que esos bienes —la convivencia, la pacificación, el cierre y pasar página— se van a conseguir ahora con la amnistía, y dirán que sólo se puede aplaudir el coraje de Sánchez, capaz de dar un nuevo paso difícil por el bien de Cataluña y España Y, claro, cuando llegamos al momento del incienso hay que plantarse y hacer por lo menos una pregunta. Porque si todos los benéficos efectos de la amnistía fueran ciertos, serían ciertos también antes de la noche del 23-J.
La pregunta es muy simple. Si la amnistía, tal y como postulan, es un paso necesario e imprescindible para la convivencia y la paz social en Cataluña, cómo se explica que no la propusieran antes. Cómo diablos lo explican. Por qué no vimos al PSOE proponer la amnistía en la campaña electoral. Por qué no la llevaba en su programa. Por qué no la defendió en los debates. Cómo es posible que las bondades de la amnistía se les ocurrieran sólo un minuto después de saber que la suerte de Sánchez pasaba por Puigdemont. La pregunta es sencillísima, pero no se hace. Como todo el mundo conoce la respuesta, no se hace la pregunta. Y esto no puede ser. Porque aprobar una amnistía inconstitucional será grave y hasta gravísimo, pero insultar a la inteligencia, eso es intolerable e imperdonable.
