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EDITORIAL

No existe un PSOE bueno

No, el PSOE no cree en España. Tampoco cree en la igualdad entre españoles ni en su libertad. Y no lo disimula.

Una de las falacias más extendidas en este momento político es la existencia de un alma española en el seno del PSOE, la vigencia en el partido controlado con mano de hierro por Pedro Sánchez de un sentido nacional que trata de emerger ante la inminencia del pacto con los golpistas, la amnistía para los delincuentes separatistas y la autodeterminación de la región catalana. Tal especie, la de un PSOE diferente al que encarna Sánchez, es moneda corriente en análisis, artículos y pronunciamientos políticos a pesar de las numerosas evidencias en contra de esa teoría.

No hay un PSOE bueno, diferente y español. La formación socialista es una maquinaria de poder entre cuyos resortes de funcionamiento figura en lugar destacado la corrupción en todas sus formas, incluidas la moral y la intelectual. Sostener lo contrario es llamarse al engaño, caer en la trampa de ensalzar el supuesto carácter español de algunos viejos y arrinconados dirigentes del partido cuyos pronunciamientos sobre los pactos con el separatismo y los proetarras causan un efecto nulo en la cúpula del PSOE al tiempo que contribuyen a mantener el fantasma de un PSOE diferente. Hace ya muchos años, desde Zapatero o antes, que en el PSOE nadie cree en la nación española. De ahí ese discurso sobre la plurinacionalidad, la nación de naciones y todo lo que contribuya a diluir la verdadera esencia de España.

No, el PSOE no cree en España y su acción política está encaminada de manera descarnada hacia su destrucción. Tampoco cree en la igualdad entre españoles ni en su libertad y no lo disimula, por lo que cabe pensar que gran parte de su electorado comprende que vota a favor del discurso nacionalista de la España plurinacional, de las diferencias entre las regiones y de que quienes fueron encarcelados por cometer un golpe de Estado son "ex presos políticos" víctimas de una maquinaria represiva antidemocrática.

Los indultos primero y la amnistía ahora son signos demasiado evidentes como para seguir manteniendo la inaudita creencia de que el PSOE es un partido constitucionalista. Los tímidos recelos contra los pactos de Sánchez expresados por algunos de los llamados barones, tales como García-Page o Lambán no son más que cortinas de humo para retener a esa mínima parte del electorado que aún debe pensar que el PSOE es un partido español favorable a la igualdad entre españoles.

La realidad es la que es y contradice todas esas teorías en torno a la crítica interna en el seno del PSOE. No hay una reacción socialista contra Sánchez digna de tal nombre ni diputados socialistas empeñados en frenar a su líder y defender la idea de España. Haría bien el PP en dejar de engañarse con esas teorías y comenzar a construir una alternativa realista, algo que pasa por dejar de concebir la existencia de una izquierda nacional que sólo está en la imaginación de algunos de sus portavoces.

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