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Pablo Planas

España sin Cataluña y la repetición electoral

A poco que Sánchez y Puigdemont puedan evitarlo no habrá repetición electoral. No le interesa a ninguno.

A poco que Sánchez y Puigdemont puedan evitarlo no habrá repetición electoral. No le interesa a ninguno.
Pedro Sánchez. | EFE

No es infrecuente escuchar que a España le iría mucho mejor sin Cataluña. Lo dice gente harta de la matraca separata que lamenta la energía consumida en la agotadora y estéril cuestión del catalanismo y sus reivindicaciones. Una auténtica pesadez, un lastre sin el que España sería un país menos intensito y mucho más tranquilo. Pero todo eso es una cogitación sin sentido, fruto del mismo agotamiento que causa la omnipresencia de Puigdemont.

Como no hay prisa en la cuestión de elegir un presidente que forme un Gobierno que gobierne aunque sea para bien, la actualidad política viene marcada por especulaciones de toda índole e intenciones. Una de las más sugerentes es la de que el PSOE podría ser sensible a las críticas internas contra la amnistía, renunciar a cualquier pacto con los del "ho tornarem a fer" y precipitar una repetición electoral. ¿Y por qué habría de hacer eso? ¿Por dignidad? Y ahí es donde la teoría se viene abajo con estrépito porque la dignidad según Sánchez es enviar a Yolanda Díaz a hablar con el prófugo en vez de bajar él al barro.

A poco que Sánchez y Puigdemont puedan evitarlo no habrá repetición electoral. No le interesa a ninguno y ambos están cómodos ejecutando a la perfección el chiste del dentista. E intercambiándose los papeles. El expresidente de la Generalidad se hará de rogar. No se fía. Se conoce que le quedó un trauma del 17 porque Urkullu o el arzobispo Omella, ya no recuerda bien, le prometió que Rajoy diría algo en público sobre no aplicar el 155 y no pasó.

Puigdemont es transparente. Tiende a hacer lo que dice y dice lo que cabe esperar de alguien como él, que se cree todos esos disparates sobre la Guerra de Sucesión y la persecución del catalán. A ese respecto, el independentismo que denuncia un gran retroceso en el uso social del catalán y el riesgo de que desaparezca es el mismo que rebate las objeciones nórdicas sobre su oficialidad en Europa con el mantra de que lo hablan más de diez millones de personas, el doble que el sueco o el finlandés, según dicen.

Pues eso, que Sánchez no se ha puesto a pedir a los países de la UE que le dejen meter el catalán como idioma oficial (y ya que están el gallego y el vasco) para luego renunciar a su investidura por una cuestión de matices sobre el alcance de la amnistía. En cuanto a Puigdemont, ya se equivocó una vez al hacer caso a Rufián y proclamar la independencia en vez de convocar elecciones autonómicas, de modo que no es descartable que lo vuelva a hacer. Pero cualquiera en su lugar trincaría al vuelo la amnistía y se guardaría los comentarios sobre la unilateralidad para los amigos, como los chistes sobre el fútbol femenino.

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