Menú
Pedro Gil Ruiz

La ínsula de Sémper

Un estupendo Borja les da la razón a los que acusan al centroderecha de crispar, o al menos de ser parte activa de esa crispación.

Un estupendo Borja les da la razón a los que acusan al centroderecha de crispar, o al menos de ser parte activa de esa crispación.
El portavoz de Campaña del PP, Borja Sémper, presenta acciones de campaña para las próximas elecciones generales, este jueves en Madrid. | EFE

Borja se repantingó en la tumbona de rayas blancas y azules. Pese a la protección que sentía en su pequeño refugio, hasta él llegaban los ecos del mundo exterior. Adormecido, el rumor de voces crispadas le interpelaba. Su ego, inquieto, mecía una respuesta. De la duda a la negación. ¿Qué hacer? El rumor tornaba en bramido y entonces comprendió que su misión era domeñar y aplacar a esos vocingleros. Debía abandonar la ínsula para predicar el buen rollito. Meses después, tras su primer fracaso, le confesaría a Carlos Alsina, amigo y empleador: "Yo dejé La ínsula para intentar cambiar la política".

Me disculparán ustedes pero después de años escuchando a Federico, primero por obligación y ahora por afición, voy servido y rara vez muevo el dial o abro la aplicación de otra emisora. De ahí que ignorase la existencia de esa ínsula a la que se refería el señor Sémper, que resultó ser un programa radiofónico. "Un puente de chocolate" en el que dos tertulianos (Eduardo Madina y nuestro protagonista) divagaban con una sonrisa, mientras los demás, en la inhóspita ‘Zona Roja marciana’ se atizaban garrotazos. Para ser exactos, unos atizan y otros se protegen como pueden. El bueno de Borja pensó que si dialogaba educadamente con Madina, que había sido secretario general del Grupo Parlamentario Socialista (2009-2014), ¿por qué no intentarlo en el Congreso de los Diputados?

No salió bien el estreno y al día siguiente de la picia en el Parlamento, el señor Sémper volvió a la emisora donde vivió esa realidad paralela. Y se sinceró: "es difícil, no lo niego, en una política como la actual, argumentos que pretendan profundizar en la razón. Yo entiendo que es difícil y que es más útil, a corto plazo, otro tipo de argumentos y otro tipo de tono, pero creo que es mucho mejor para el país intentar explicar las cosas con sensatez, con razón y con contundencia". ¿A quién dirigía esta reflexión?

"Yo creía ayer que era (una idea) brillante (hablar en euskera)", afirmó Borja. Con guasa le pregunta el presentador: "Bueno, tu creías que era una idea brillante y ¿ahora ya no lo crees?". Molesto por tanto colegueo ("Como hay confianza… ¿puedo introducir la publicidad?" le había preguntado Alsina, y añadido "esto con los ministros no me atrevo a hacerlo, a parar la entrevista, pero con alguien que ha estado aquí, pues sí"). Sémper contestó que sí, que él seguía "pensando que era una buena idea evidenciar lo que yo hice ayer".

Con su parroquia perpleja, han sido la directora de un libelo, que fue persona de confianza del presidente Zapatero, y un cronista con fuentes en la Cosa Nostra ("es uno de los nuestros") y fijación con Cayetana Álvarez de Toledo, los que parecen haberle comprendido.

El Plural, que así se llama el libelo, difundió un corte de la entrevista de Alsina a Sémper, en el que este afirmaba: "Creo que llevamos demasiado tiempo conjugando conceptos divisivos, de división, de ruptura… El Congreso de los diputados es un lugar muy bronco…". Un estupendo Borja les da la razón a los que acusan al centroderecha de crispar, o al menos de ser parte activa de esa crispación.

En una reciente entrevista, la jueza de familia Natalia Velilla, autora del ensayo La crisis de autoridad, afirma que "atravesamos la época más infantil de la historia". Pues va a ser eso.

Al día siguiente de que Borja hiciese el "canelo", Ignacio Camacho pedía en ABC que bastaba con demostrar convicciones limpias, temple intelectual y claridad de argumentos. Cualidades que en el Grupo parlamentario del PP llevan nombre de mujer.

Temas

En España

    0
    comentarios