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O monarquía parlamentaria o repúblicas bolivarianas: ya no hay alternativa

La manifestación de Barcelona encarna la defensa de esos lazos sociales en una Nación-Estado o Estado nacional con cinco siglos seguidos de unidad

La manifestación de Barcelona encarna la defensa de esos lazos sociales en una Nación-Estado o Estado nacional con cinco siglos seguidos de unidad
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez espera la llegada de otros mandatarios a la cumbre de los líderes de la Unión Europea celebrada este viernes en Granada. | EFE

El 8 de octubre de 2023, arranca en Barcelona algo mucho más importante que una manifestación. Es el comienzo de la resistencia de España frente a Sánchez, el dictador que quiere someter la vieja nación y el vetusto Estado a sus intereses personales, que pasan por una alianza vitalicia con todos los partidos que han hecho de la destrucción de España su única razón de vivir y matar. Ya no hay marcha atrás en los planes de Sánchez. En la cumbre de la UE en Granada, con la facundia del tirano complacido en su necedad, explicó que la amnistía a los que la justicia española condenó por el golpe de Estado de 2017 quiere borrar los "efectos judiciales" del proceso que, con todas las garantías, se siguió en España, el cuarto país más importante de la UE, basada en la separación de poderes, la igualdad de los ciudadanos ante la ley y la democracia representativa como modelo político. Es decir, que la amnistía de Sánchez tiene por objeto no indultar a unos condenados por el mayor delito posible en un Estado, sino condenar al Estado, porque ese es el precio para instalarse en el Poder, fuera de toda ley y todo control.

Una dictadura sobre la destrucción social

No es seguro, ni siquiera probable, que los líderes de una UE se hayan dado cuenta de lo que significaba para España esa amnistía de Sánchez, que nos condena como democracia e inaugura una dictadura personal abocada a la disgregación social más grave en Europa desde la guerra de los Balcanes. Porque no estamos sólo ante una transformación política, en todo caso liberticida, sino ante una destrucción de los lazos sociales en que se basa cualquier régimen democrático. Las reglas del juego que impone Sánchez consisten en que él no tiene reglas y nosotros, los ciudadanos españoles desposeídos de nuestra soberanía y de nuestra dignidad, debemos acatar siempre las suyas, a medida de sus caprichos o conveniencias políticas. En Granada ha nacido formalmente una dictadura europea, y Europa, ni caso.

La manifestación de Barcelona encarna la defensa de esos lazos sociales en una Nación-Estado o Estado nacional con cinco siglos seguidos de unidad. Ni las guerras civiles, ni la pérdida de América, ni la invasión napoleónica, ni las crisis económicas o religiosas atacaron esa continuidad histórica. Esta vez, sí. Se proclama que la única continuidad social que admite la mitad de la población representada por Sánchez es la ruptura de esa continuidad. Su cancelación inmediata o a plazos es el único factor común del régimen que encabeza Sánchez y dirigen sus socios, terroristas y golpistas sin arrepentir.

Sánchez regaló la amnistía, negocia el referéndum y pactará la ruina

A cambio de la presidencia del Congreso para pilotar la investidura, Sánchez entregó a Junts la amnistía para su cabecilla Puigdemont, objeto de obscenas endechas por ese tucán teñido que es Barbie Astronauta. A cambio del apoyo de Esquerra, su socio de legislatura vampirizado en las urnas, Félix Bolaños, reintegrado en el favor de Sánchez, negocia ya el referéndum de autodeterminación, y para dar legitimidad izquierdista a su fechoría, Junqueras añade la torna, un aumento sin tasa de gasto público para "ayudar a la gente". ¿Hay mejor forma que endeudarla para siempre?

Así que un gobierno en funciones y un dictador en ciernes negocian con los separatistas un régimen que niega la igualdad ante la Ley de los españoles y chalanea a escondidas privilegios para esas repúblicas carroñeras, que, para nacer, deberán matar la monarquía parlamentaria, la forma de Estado que los españoles votaron masivamente en la Constitución de 1978. Contra ese crimen de lesa patria se manifiestan los ciudadanos este 8 octubre de 2023.

Lo más difícil, cuando se viene encima un proceso revolucionario es ser capaz de reconocerlo, de no quitarle importancia, de afrontarlo o someterse, pero sin equívocos, porque el proceso no lo permite. Y en la España actual, por desgracia, una parte mayoritaria de la ciudadanía, aunque preocupada, piensa que "aquí, eso no puede pasar", refiriéndose a Venezuela, donde también se decía "eso aquí no puede pasar", refiriéndose a Cuba, donde también se decía "eso aquí no puede pasar", refiriéndose a Rusia, el primer país donde se dijo "esto aquí, no puede pasar" y lo que pasaba era Lenin.

El proceso leninista y bolivariano en España

España vive un proceso típicamente leninista, pero al modo bolivariano. Sánchez sigue, a velocidad mucho mayor, la fórmula de asalto al poder de Hugo Chávez, cuyos asesores eran, también, los comunistas de Podemos. En sus cinco años en el Poder, todas las leyes de Sánchez han sido y son absolutamente comunistas. Ni una sola es socialdemócrata. Son las típicas del Cartel de Puebla, la nueva Komintern, fundada por Fidel Castro y Lula tras la caída del Muro, que tiene en la ideología de género, el indigenismo y la política de la memoria, las herramientas del Derecho Alternativo, que cambia el régimen constitucional interpretando la Ley según le convenga. No es un proceso constituyente apelando al pueblo, sino a espaldas de él, que se lleva a cabo mediante la estafa semántica y la corrupción judicial.

¿Y qué estamos viviendo ya en España sino la corrupción absoluta de la ley con la fiscalía de Garzón y el Tribunal Prostitucional de Conde Pumpido? ¿Qué respeto a la Constitución, al Código Penal y a la división de poderes cabe esperar de Sánchez, que presume de vulnerarlos cuando le da la gana? ¿Cómo puede sobrevivir la soberanía del pueblo español, el sujeto político, cuando se niega su existencia desde el Gobierno que juró defenderla? Sobre todo, si, además, impone, sin someter a las urnas electorales y a referéndum nacional, un Estado Plurinacional, que no sabe cuántas naciones tiene, pero que niega la única históricamente existente, la española, y proclama como indiscutibles las que jamás existieron, como la catalana, la vasca, la gallega y las que vengan, todas ellas soberanas, todas sin relación entre ellas, rotos todos los vínculos legales, morales, culturales y sociales de tantos siglos.

La jura de la bandera y la Constitución por la Princesa de Asturias

No, España no puede sobrevivir, ningún Estado lo haría, a la traición de su propio Gobierno, al perpetuo autogolpe que sería la dictadura de Sánchez. Que lo es ya, pero que aún puede ser derrotada por la media España que no acepta su disolución por el interés del tirano y de sus torvos compinches.

La princesa de Asturias, heredera del Trono y la Jefatura del Estado según las previsiones constitucionales, juró ayer bandera en la Academia Militar de Zaragoza y jurará la Constitución en pocas semanas, al cumplir la mayoría de edad. El dictador de las repúblicas ibéricas, en rigor balcánicas, no asistió, para evitar la bronca de cuantos respetan la patria y la bandera. Ante nuestros ojos se dibuja con nitidez el futuro de España: la continuidad de la monarquía constitucional o la disolución del Estado en repúblicas bolivarianas bajo la dictadura de Pedro Sánchez. En la manifestación de Barcelona está claro lo que se defiende y defendemos. Enfrente, también.

Europa: ucranianos en Ucrania, españoles en España

Los partidos políticos -PP y Vox- que acompañan esta resistencia cívica, deben entender que ya no hay marcha atrás. Ni para Sánchez y sus socios -comunistas, terroristas, separatistas- ni para los españoles que abominamos de su tiranía. O España acaba con Sánchez o Sánchez acaba con España. Y que nadie espere nada de la Unión Europea. Europa somos, sólo y solos, nosotros, ucranianos en Ucrania o españoles en España. A vida o muerte.

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