
Las leyes escritas no son nada si no están insufladas por un espíritu ético-político. Una ley que prohíba el canibalismo es un sinsentido en una comunidad que no solo practica el canibalismo, sino que cree profundamente que el canibalismo es bueno. Pedro Sánchez parece creer sinceramente que cuantas más concesiones haga a los golpistas catalanistas antes dejarán de ser golpistas y catalanistas. Pero eso es como dejar que los caníbales se coman "solo" los brazos y piernas de sus menús de degustación humana, a ver si dialogando con lo que quede de sus invitados forzados se convencen de que es mejor hacerse vegetarianos.
¿Qué hacer con los caníbales, digo con los golpistas en Cataluña, acostumbrados a devorar los derechos de los que no son catalanistas? Pedro Sánchez se ha convencido a sí mismo de que sus indultos a los golpistas ha normalizado la situación en Cataluña. Lo cual es indudablemente cierto si consideramos que "normalizar" es aceptar la intimidación y el acoso a aquellos que no comulgan con las ruedas de molino del nacionalismo, además de asumir que la ley no se aplica a aquellos que tienen el privilegio de apoderarse de las calles silenciando a los críticos y discriminando a los no afectos al régimen de los ocho apellidos. Véase lo que sucede en las universidades catalanas con los estudiantes constitucionalistas de S'ha Acabat! (S'!), sometidos constantemente a la violencia de los estudiantes nacionalistas y de extrema izquierda sin que los rectores digan esta boca es mía y este alumno violento queda expulsado. Sin miedo a las consecuencias de sus actos, los golpistas indultados de ayer tienen vía libre para preparar el próximo golpe de Estado. Lo que llama Pedro Sánchez "convivencia y concordia" es la calma que precede a la tormenta.
La normalización de Pedro Sánchez de los golpistas es la continuación lógica del blanqueamiento que se ha hecho desde Zapatero en la izquierda de los filoterroristas. Sin miedo, golpistas y filoterroristas usan las redes sociales y los medios de comunicación afines, tan "respetables" como corrompidos, para conseguir espacios de máxima audiencia. Véase el Festival de Cine de San Sebastián. El dominio del lenguaje es fundamental: el terrorismo es "lucha armada", los terroristas y golpistas son "presos políticos" y "militantes fanáticos", el asesinato de inocentes es "conflicto", el golpe de Estado es "manifestación pacífica", la apología de terroristas es "libertad de prensa" y "alegría fraternal". Tenemos en las calles y en el Parlamento a los caníbales recamando su derecho a la diferencia gastronómica, la autodeterminación nutricional y a que respetemos sus costumbres respecto a la dieta. Lo que sería perfectamente legítimo si no fuera porque pretenden que nos autocanibalicemos al ritmo que marcan un par de antropófagos desde Waterloo y París.
Como nos ha enseñado la historia, luchar contra la opresión no solo es una cuestión de leyes, sino también de batallar contra la atmósfera social que engendra, acepta y estimula creencias racistas, terroristas y golpistas. Sin embargo, racistas, terroristas y golpistas son celebrados en las calles del País Vasco y Cataluña. Pedro Sánchez, además, con la complicidad de los militantes socialistas y el apoyo del electorado de izquierdas, está ajustando las leyes para que no afecten a las alergias caníbales a la separación de poderes y los derechos fundamentales.
La manifestación del domingo en Barcelona a favor de la España constitucional ha merecido mucho la pena. No debemos cejar nunca, por mucho que estemos en minoría y veamos asaltar las instituciones liberales, de denunciar el clima social que engendra y acepta creencias supremacistas, violentas y racistas. No se trata de censurar a los caníbales, sino de saber si queremos que los caníbales se sientan cómodos en nuestra sociedad. Si terminan por devorarnos, mientras Pedro Sánchez eructa con satisfacción tras haberse comido todos y cada uno de sus principios políticos y compromisos electorales, al menos que se atraganten e indigesten con lo que más detestan: fortaleza cívica, resistencia pacífica y contundencia política.
