La celebración de la Fiesta Nacional ha puesto de manifiesto otra vez más la consistencia institucional del Rey, la solidez de la Corona y la precisión en el ejercicio representativo en agudo contraste con el desempeño del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inmerso en una operación para garantizarse la investidura que le lleva a tratar con personajes inhabilitados como Oriol Junqueras y a plantearse incluso una interlocución directa con un prófugo de la justicia como es Carles Puigdemont.
Las maniobras de Sánchez para retener la presidencia pasan por alto la más elemental noción del respeto por las instituciones, lesionan gravemente la separación de poderes, amenazan la independencia de la justicia y afectan de pleno a los fundamentos de la arquitectura política de nuestra democracia. De ahí los abucheos y los gritos en contra de Sánchez en la celebración en Madrid del desfile militar de la Fiesta Nacional.
Mientras el Rey se maneja con absoluta pulcritud, Sánchez chapotea en los despropósitos, se embarca en deleznables negociaciones con quienes dieron un golpe de Estado, elige como socios a quienes sostuvieron el entramado terrorista de ETA y desprecia sin reparo alguno a la población representada por el PP y Vox en favor de las minorías separatistas y filoetarras. Que alguien con esos antecedentes exija respeto institucional en el desfile del 12 de Octubre es otro jalón vergonzoso en la trayectoria del actual inquilino de la Moncloa.
La imagen de la Corona resiste los embates de Sánchez y de sus socios y hay razones para el optimismo con la princesa Leonor, que ha asumido su papel institucional con la misma prestancia y solvencia con la que su padre ejerció de heredero al trono. El apoyo y reconocimiento popular es la nota dominante en todos los actos presididos por el Rey o en los que está presente la Familia Real mientras que Sánchez trata de evitar los abucheos cada vez que pisa la calle con maniobras como la de este 12 de Octubre, situando al público a cientos de metros de las autoridades.
Pero ni aún así puede evitar el rechazo a su gestión, a sus formas, a sus mentiras y a sus propósitos. Sólo a alguien carente de la más mínima empatía le puede sorprender ser abucheado por quienes celebran la Fiesta Nacional mientras él urde una amnistía para los golpistas catalanes que a punto estuvieron en 2017 de romper España como paso previo a un referéndum de autodeterminación que caerá como fruta madura una vez despenalizado el golpe de Estado separatista.
Que un personaje como Sánchez pretenda agasajos en la Fiesta Nacional del país que se ha propuesto destruir con tal de seguir en la Moncloa da cuenta de su carácter y de su distancia con la realidad y con los españoles que aspiran a seguir siendo ciudadanos libres e iguales en una nación llamada España. Una nación cuya mera existencia niegan los socios de referencia del líder socialista, los separatistas vascos y catalanes.

