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EDITORIAL

Sánchez se arrastra ante Bildu

Este pasado viernes, sin embargo, Sánchez consumó una de las peores traiciones a los españoles de las muchas que jalonan su trayectoria.

Nunca antes, en nuestra historia democrática, un candidato a la presidencia del Gobierno de la Nación se había reunido con el brazo político de una banda terrorista para solicitar formalmente su apoyo en la votación de Investidura.

Hasta que llegó Sánchez, los socialistas mantuvieron un cierto decoro evitando esa imagen terrible de su candidato y presidente en funciones negociando con los dirigentes de Bildu con toda normalidad. El propio Sánchez, de hecho, repitió hasta la saciedad que jamás gobernaría con el apoyo de Bildu, pero eso era cuando convenía a sus objetivos estratégicos. Este pasado viernes, sin embargo, Sánchez consumó una de las peores traiciones a los españoles de las muchas que jalonan su trayectoria, fotografiándose con los negociadores de la formación proetarra en un clima de abierta cordialidad.

La coalición separatista vasca incluye a numerosos dirigentes condenados por delitos de terrorismo y aún hoy es uno de los principales obstáculos para que algún día se puedan esclarecer los más de 300 asesinatos pendientes de la banda terrorista ETA. Para mayor vileza, la interlocutora de Sánchez en esa reunión solía firmar en el periódico proetarra columnas incendiarias en las que se señalaba a los llamados enemigos de la patria vasca, no pocos de los cuales acabaron siendo víctimas de las bombas y las balas de los terroristas. Esta es la calaña de los personajes con los que Sánchez departió tranquilamente para pedir su apoyo, una imagen que ha de perseguir a todos los socialistas durante años porque ni siquiera un partido tan desleal como el PSOE había llegado nunca a esas cotas extremas de indignidad.

Lo peor es que esta imagen de la vergüenza es que ni siquiera era realmente necesaria, puesto que el apoyo de los diputados de la formación proetarra ya estaba garantizado. Lo que hizo Sánchez el pasado viernes es mandar un mensaje al mundo separatista, para que sus dirigentes sepan que han caído todas las barreras y que está dispuesto a negociar cualquier exigencia sin más límite que su propio interés personal. Y todo esto ocurre mientras España ocupa la presidencia de turno de la Unión Europea, cuando la lupa de la política internacional está especialmente dirigida hacia nuestro país, con todo lo que eso lleva consigo.

Sánchez ha iniciado un camino que ya no tiene retorno. Ha arrastrado las siglas del PSOE ante los herederos políticos de una banda terrorista, con no pocas víctimas socialistas en su sangriento historial, a cambio de sus votos para permanecer en el poder. La falta de reacción desde dentro de las filas socialistas confirma que no queda ya prácticamente ninguna esperanza de recuperar algún día a ese partido para actuar en política con la debida dignidad.

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