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Las sentinas azulgranas del arbitraje español

Las indagaciones del juzgado de la capital catalana que instruye el caso revelan un sistema arbitral podrido hasta la médula.

El escándalo destapado por una investigación de la Agencia Tributaria sobre los millonarios pagos del F.C. Barcelona durante al menos dos décadas al que fuera vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA), José María Enríquez Negreira, debería propiciar una limpieza exhaustiva del fútbol profesional en España previa a las consecuencias judiciales que se puedan derivar del asunto. Las indagaciones del juzgado de la capital catalana que instruye el caso revelan un sistema arbitral podrido hasta la médula, preso de prácticas intolerables, de un oscurantismo absoluto y en el contexto de una organización federativa de vergüenza ajena y cuyos turbios manejos apestan a las más variadas corruptelas.

Las irregularidades en las designaciones arbitrales, las sospechas generalizadas sobre determinados trencillas, las actuaciones no ya controvertidas sino directamente delirantes de algunos colegiados, la disparidad de criterios y la contumaz perseverancia en los errores contra señalados clubes son cuestiones tan obvias y obscenas que es de todo punto asombroso que sus protagonistas permanezcan en sus funciones y con sus atribuciones intactas.

Que el Barcelona siga en Primera División y pueda jugar en Europa es una evidencia de hasta qué punto están carcomidas las estructuras federativas de España y las internacionales. Las informaciones publicadas en exclusiva por Libertad Digital sobre los "informes" de Negreira y su hijo que según los prebostes del Barça justificaban los pagos, las relativas al singular crecimiento patrimonial de algunos colegiados y excolegiados bien conectados con Negreira y el antedicho club y las relacionadas con el sistema del vídeo arbitraje muestran con toda crudeza unas prácticas no solo intolerables, sino que entran de lleno en las más variadas categorías del Código Penal.

Las revelaciones de Libertad Digital sobre el control de los arbitrajes en vivo y en directo a cargo de Clos Gómez, el responsable del VAR del Comité Técnico que preside Medina Cantalejo, son de tal gravedad que en cualquier otro país con un mínimo de cultura y decencia deportiva habrían tenido la inmediata consecuencia del cese de sus protagonistas. Que Clos Gómez se ufane de su control, que haya salas de video arbitraje secretas, que todo lo que rodea al sistema esté sumido en la más absoluta falta de transparencia, que las imágenes utilizadas sean manipuladas y servidas por una empresa con intereses más que obvios, que el sesgo de las retransmisiones perjudique o favorezca siempre a los mismos clubes, todo ello arroja tales sombras de sospecha que resulta inaceptable e insostenible.

El prestigio del fútbol español ha caído en picado y eso tiene que ver con la empresa que controla las retransmisiones, el calendario y los horarios, con directivos como Rubiales, directivas como la del Barça, exárbitros como Enríquez Negreira, Medina Cantalejo o Clos Gómez y con los árbitros en activo que se someten sin reparo alguno a los criterios impuestos por los sobrecogedores mandamases de un sistema inmundo y putrefacto.

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