
Ningún socio de Sánchez va a asistir a la Jura de la Constitución por la princesa Leonor en sesión solemne de las Cortes. No irá el PNV, que ahora se ha hecho de extrema izquierda para asombro de todo el mundo, menos de Ortúzar y Esteban. No irá tampoco la extrema izquierda más o menos auténtica; dos ministras y un ministro participan en el ridículo desplante. De los separatistas para qué hablar, tanto más cuanto que el socialismo ha enviado en la víspera a un mensajero a Waterloo para dejar claro quién es el rey y arrastrarse a sus pies. Aunque lo que queda realmente claro es que todos aquellos con los que Sánchez se asocia para gobernar tienen en común la hostilidad a España, a la Constitución y a la monarquía parlamentaria.
Algo tenían que decir para justificar el boicot a un acto institucional de esta categoría, y más de uno se ha refugiado en el supuesto republicanismo que profesa, como si el republicanismo, sea lo que sea en esta época, pudiera excusar la incivilidad y la inelegancia. Ninguno de ellos, además, tiene relación alguna con la antigua y prácticamente extinta tradición republicana española, de la que poco o nada deben saber, porque su escasez de conocimiento sobre la Historia de España es lastimosa. Hacen uso del término, sí, pero es un uso espurio: para aprovechar la resonancia que aún pueda tener, apropiarse de su halo de vieja respetabilidad y enmascarar lo que verdaderamente les saca de quicio, que es la nación española.
La falta de respeto a los procedimientos constitucionales no es novedad en este grupo de partidos, pero se hace singularmente ruda y zafia en una ocasión como ésta. Claro que es justo la zafiedad lo que gusta a su público menguante, que no pide otra cosa a sus representantes políticos que un buen corte de mangas a los Reyes y, si pudiera ser, algún gesto explícitamente obsceno. Con la grosería, ganarán seguro el aplauso de los zafios, pero perderán la oportunidad de estar en un acto que seguirán muchos españoles, como momento histórico que es, y de recibir aunque sea una mínima parte del brillo que tendrán la ceremonia y su protagonista. Porque la princesa Leonor goza ya de una gran popularidad, tiene el afecto y la simpatía de muchos ciudadanos —su jura de bandera reunió audiencias televisivas impresionantes— y es previsible que, en torno a su figura, se renueve la confianza en la Corona y en la monarquía parlamentaria.
Nada de todo esto lo ven los zafios, porque no se les ha dado la sutileza, pero hay oportunistas siempre al quite. Y nuestro máximo oportunista no va a dejar escapar este episodio de cuento de hadas. Aprovechará la luminosidad que va a irradiar la Jura de la princesa Leonor para sacar de la oscuridad lo suyo: el pacto con Puigdemont.
