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Pablo Planas

El cubo de la basura

El independentismo ha logrado convertir ese cubo de la basura en el símbolo de la victoria del golpe de Estado seis años después.

El independentismo ha logrado convertir ese cubo de la basura en el símbolo de la victoria del golpe de Estado seis años después.
Europa Press

El PSOE trató de impedir que se viera la gran fotografía del saloncito en el que un emisario de Sánchez se reunió con el fugado Puigdemont. Vano empeño. La imagen era la misma que Ciudadanos logró retirar de una exposición sobre Cataluña y Europa montada por el grupo del expresidente golpista en el parlamento europeo. El centro de la estampa lo ocupa un cubo de la basura con el logotipo de la Generalidad. Se trata de las cajas de plástico transparentes que la misma Generalidad utilizó en el simulacro de referéndum del 1 de octubre de 2017 que fue el colofón del golpe de Estado.

Desde entonces y hasta hoy, los políticos, medios y administraciones separatistas han extendido la singular idea de que ese 1 de octubre de hace seis años y un mes fue la fecha de un referéndum en el que votó la mayoría de los catalanes a favor de la independencia de Cataluña. Eso, que es radicalmente falso, se da por sentado como si se tratara de una verdad inapelable a pesar de que el censo era un truño parcial elaborado con datos robados a millones de ciudadanos residentes en Cataluña. A pesar también de que no había ninguna garantía de las consideradas democráticas. A pesar de que se podía votar una, dos, tres y tantas veces como se quisiera. A pesar de que las mesas estaban formadas por militantes de los partidos y organizaciones separatistas. A pesar de que la proclamación de los resultados fue un esperpento a la altura del resto de la jornada. Y a pesar incluso de la quirúrgica intervención de la Guardia Civil y la Policía Nacional ante unas masas colocadas allí por los golpistas en la esperanza de que se produjera una desgracia que decantara los acontecimientos a su favor. Y todo ello mientras la mayoría de los 17.000 agentes de los Mossos d'Esquadra asistía cómplice a la celada separatista.

A pesar de todos esos pesares, el independentismo catalán ha logrado convertir ese cubo de la basura decorado con las cuatro barras de la Generalidad en el símbolo de la victoria del golpe de Estado seis años después. Los méritos están muy repartidos. No debe olvidarse a esos fenómenos que contrataron los barcos decorados con dibujos animados para alojar en miserables condiciones a los agentes. Ni a esos partidos presuntamente constitucionalistas que acordaron un 155 trampa que sirvió al independentismo para recuperarse del impacto de las manifestaciones masivas en su contra y recuperar posiciones.

Ni ahora, claro está, a Pedro Sánchez, autor de una operación magistral de humillación de la Corona que fue crucial para frenar el golpe de Estado y a la que los separatistas se la tenían y se le tienen jurada. Porque uno de los lamentos recurrentes de los golpistas es que el Rey se puso de parte de la Constitución y de los ciudadanos que estaban viendo pisoteados sus derechos civiles. Como prólogo del juramento constitucional de la heredera, la reunión con Puigdemont presidida por el cubo de la basura. Como epílogo, el comunicado con ERC sobre la amnistía total, con el Tsunami de Guardiola incluido.

Estaría bien saber qué opinión le merecería a la izquierda y al independentismo que un grupo de ciudadanos formara un grupo para protestar contra la ley de amnistía que instara a la gente a salir a la calle para tomar, un suponer, el aeropuerto de Barajas y cerrar los accesos por carretera a Madrid. O que se erigieran en "comandos de defensa de la ley" para cortar las vías del AVE, asaltar parlamentos regionales, amedrentar políticos y enfrentarse, por ejemplo, a los Mossos d'Esquadra. Claro que eso está absolutamente descartado. Entre los demócratas y los golpistas hay diferencias.

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