Que Pedro Sánchez sea investido una vez más presidente del Gobierno va a tener un coste brutal para España, si es que no se lleva por delante la propia España, que se enfrenta a uno de sus momentos más complicados probablemente desde, al menos, hace un par de siglos.
La amnistía es un torpedo en la línea de flotación del Estado de Derecho, pero es que además no es el único problema del pacto que está empezando a darse a conocer y cuyas consecuencias políticas apuntan, directamente, a la desintegración del actual régimen democrático y su sustitución por una dictadura disfrazada como las que se pueden ver en Iberoamérica.
Y por si no fuera suficiente con lo anterior, el resto de las medidas van a causar un impacto económico brutal: la deuda del Estado va a crecer descontrolada, pues a la condonación de deuda de Cataluña se sumará la de otras comunidades que exigirán el mismo tratamiento para ellas; la voracidad impositiva destrozará a las empresas y lo que quede de ellas se verá hundido en una maraña cada vez más intrincada de normas absurdas y burocracia imposible.
Todo en un contexto de inestabilidad y de fuga de empresas y capitales –lo normal en un país que dinamita sus instituciones y su democracia– que todavía va a hacer más profundo el hoyo al que España está saltando en este momento.
Quizá lo más terrible de todo sea ver cómo esta venta a plazos de la Nación y el Estado se hacen para premiar a los autores de un golpe de Estado y a los que durante décadas han matado inocentes para lograr sus propósitos políticos, que ahora les regala el PSOE en una negociación que, diga lo que diga Pedro Sánchez, no tendría por qué ser así.
La inmoralidad absoluta del PSOE no está sólo en rendirse y rendir la Nación, es que encima lo hacen ante los elementos que han boicoteado –y asesinado cuando han podido– al resto de los españoles. Esta catarata de premios va para lo peor de la democracia en nuestro país desde el año 78, los que siempre han estado en contra de España y también de la democracia.
Y esa inmoralidad profunda nos da la mejor idea de cómo será, si llega a materializarse por completo, ese régimen que está tratando de imponer el PSOE, por supuesto de forma completamente ilegal: Sánchez quiere crear un país para golpistas y terroristas.

