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El vuelo del kakapo

La mala sombra de hoy es que este inmenso robo lo están perpetrando un grupo de sujetos que, entre todos, suman el coeficiente intelectual de un kakapo.

La mala sombra de hoy es que este inmenso robo lo están perpetrando un grupo de sujetos que, entre todos, suman el coeficiente intelectual de un kakapo.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. | EFE

A los políticos les pedimos poco, casi nada. Si acaso, nos mantenemos firmes en un par de exigencias: que no nos roben demasiado, y que se paguen sus propios vicios. Para nuestra desgracia, el presidente en traiciones tiene muchos y caros, y no acostumbra a rascarse su propio bolsillo. Tiene el vicio del poder, el de la traición, el de la mentira, el del dispendio, el de la injusticia, el del Falcon, el de colocar a los amigos, el de hacer de chulo de esta gran nación y ofrecerla a trozos, el de compartir chatos con terroristas, y el de rodearse de ministros analfabetos para que su imagen brille algo, si tal cosa fuera posible, que los agujeros negros no dan luz, solo la devoran. No se descartan otros vicios menores igualmente inconfesables.

Sánchez, célebre acariciador de tronos ajenos, es buen traidor, pero mal negociante. Como todos los narcisistas, carece de la empatía necesaria para conocer al contrincante. Como todos los inmaduros, solo juega al todo o nada. Y como todos los bocazas, le sobra cobardía. Así, ni siquiera en la hora de la traición ha logrado acordar algo que, aunque horrible, ilegal e inasumible, pudiera ser menos lesivo para España. Negocia con los Golfos Apandadores, que además de ladrones, son tontos, pero aún así le han comido la tostada. Jamás podrá vender como un éxito lo que, a la vista de toda España, es un colosal desastre. Los suyos ya lo saben. Ayer Sánchez era un malvado con suerte, hoy es un fracasado al que el viento de la historia barrerá.

Por desgracia, sus caprichosas patologías le llevan a que las consecuencias de sus errores siempre las soporten otros sobre su lomo. Y luego tiene ese ramalazo de hora golfa de polígono de la ruta del bakalao. Es ese amigo pesado que llega a la cita con la pandilla, pide una docena de cañas, las devora en diez minutos, y se marcha dejando todo sin pagar. Y es también el niño mimado del colegio, que cuando va perdiendo, se sienta sobre el balón y deja a toda la clase sin jugar.

En la enajenación de Sánchez para mantenerse en el Falcon a cualquier precio, hay un drama nacional y uno individual. El ultraje a la nación es evidente, desde la amnistía hasta la condonación de la deuda, pero al contrario que en otras traiciones, conviene hacer notar que la fiesta del narciso monclovita la vamos a pagar todos y cada uno de nosotros. No es una metáfora. Es literal. Para entenderlo mejor, resulta útil este artículo de José María Rotellar de hace unos meses.

A lo largo de su historia, España se ha enfrentado a enemigos peligrosos, algunos muy hábiles e inteligentes. La mala sombra de hoy es que este inmenso robo lo están perpetrando un grupo de sujetos que, entre todos, suman el coeficiente intelectual de un kakapo, que es un loro gigante tan bobo que, a menudo, olvida que pesa demasiado como para volar, lo intenta, y se parte la crisma. El kakapo es comúnmente considerado el animal más tonto del mundo.

Mientras, el kakapo de La Moncloa intentará volar mañana de nuevo. A su lado, el avestruz Conde-Pumpido le arengará para que se arroje al vacío. Huelga decir que el kakapo compite en estupidez con el avestruz que, pese a ser la más grande de las aves, y una de las más agresivas, tiene un cerebro diminuto, menor aún que sus propios ojos. Ambas luminarias de la política, junto al perezoso Puigdemont, que vive colgado de un árbol y duerme 15 horas al día en el maletero de un coche, pretenden echar a volar en caótica formación hacia un golpe de Estado que incluye el saqueo a los maltrechos bolsillos de todos los españoles no catalanes.

Me postulo, en fin, para que me fichen como relator: el kakapo caerá por su propio peso, el avestruz esconderá la cabeza como siempre ha hecho, y el perezoso estará sesteando enredado en alguna rama, tratando de digerir otro atracón de mejillones belgas.

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