En el acuerdo recién firmado por un tal Santos Cerdán, que espera ver recompensada su felonía con un ministerio, hay mil cosas reprochables. Pero, la cuestión no es la inconstitucionalidad de unas o la antijuricidad de otras. Tampoco lo es que sea un atentado al Estado de derecho y al imperio de la ley. Ni siquiera importa que un buscavidas, vividor y narcisista quiera hacernos pagar las humillaciones que sufrió a manos de Pepiño Blanco para que a cambio lo aupara a los escalones más altos de la política española. No es lo más grave que unos ministros sean capaces de tragar con tanta ignominia por seguir siéndolo, ni que unos cuantos prebostes del PSOE vendan a la nación a cambio de un miserable cargo, que encima no hay bastantes para todos. No es sólo que unos jueces en el Gobierno acepten que unos delincuentes se cisquen en la labor de sus compañeros por defender la legalidad. Ni siquiera es lo más terrible que todo haya ocurrido el mismo día en que el catalán que más y mejor ha peleado por la españolidad de Cataluña haya recibido un tiro en la cara.
La cuestión es que hay millones de españoles que, víctimas de la propaganda socialista o colaboradores de ella, aplauden la rendición. ¿Cómo convencerles de que vender a la nación por un plato de lentejas es pan para hoy y hambre para mañana? ¿Cómo explicarles que una cosa es ser socialista y otra muy distinta colaborar en que el PSOE venda a España a quienes quieren destruirla? ¿Cómo decirles que el gobierno de la derecha, por malo que sea, siempre permitirá que vuelva a gobernar la izquierda? ¿Cómo convencerles de que, para repartir riqueza, también hay que generarla? ¿Cómo abrirles los ojos ante la evidencia de que el independentismo catalán quiere lo peor para España y los españoles, incluidos ellos?
A lo mejor Europa frena la ley de amnistía. Tal vez se aplique con menor extensión de la prevista por haber sido redactada con la habitual torpeza y los jueces puedan interpretarla restrictivamente. Quizá la legislatura apenas dure poco más de un año y haya que volver a las urnas más pronto que tarde. Quién sabe si Sánchez traicionará a los independentistas y les dará la mitad de la mitad de lo que hoy ha prometido. Pero, aunque Dios quiera que algunas de estas cosas ocurran, lo que no tiene arreglo es que uno de los dos partidos llamados a alternarse en el poder se habrá alineado con el golpe de Estado y, aunque no pueda darlo del todo ahora, habrá quedado comprometido con los golpistas en seguir yendo hacia él en el futuro. ¿Qué sentido tiene pactar con este partido nada? Lleva al Constitucional a magistrados de lealtad probada dispuestos a avalar, no lo que Sánchez diga, sino lo que los soberanistas catalanes exijan. Da la Televisión española a los más serviles periodistas, no para que defiendan las pocas ideas del PSOE, sino las deletéreas del golpismo catalán. Defenderá en Europa los intereses, no de los españoles, ni siquiera después de tamizarlos por su trasnochada ideología izquierdista, sino los de los independentistas en perjuicio del resto de los españoles. Y los socialistas del resto de España, en su mayoría, lo aplaudirán para seguir mamando del presupuesto, directa o indirectamente. Pocos días tan tristes como éste.