Todo el mundo debería saber ya a estas alturas que en Cataluña se observa en las encuestas, y de modo crónico, una reveladora correlación positiva entre el nivel de renta personal y el entusiasmo por la independencia. Así, a medida que aumenta el grado de riqueza de los individuos que componen la muestra, más crece su adhesión a la causa del separatismo; a sensu contrario, dentro del segmento más pobre de la sociedad catalana, las simpatías por el nacionalismo en todas sus variantes tienden a resultar entre mínimas e insignificantes. El separatismo, en consecuencia, constituye un lujo al alcance casi exclusivo de las clases medias y medias-altas de la demarcación. Y eso, decía yo, tendría que saberlo todo el mundo en la Península.
Pero resulta que hay unos en la Meseta que todavía no se han enterado de qué va el asunto. Esos pardillos y pardillas contumaces son los chicos y las chicas de la izquierdita tonta. Sí, los mismos que antes se decían Podemos y ahora Sumar. Pasa que la izquierdita tonta resulta ser tan rematadamente lela, la pobre, que ha logrado autoconvencerse de que Cataluña es el único rincón del mundo donde los ricos no votan a partidos de derechas para que defiendan sus intereses. Esos simples enternecedores tanto se lo han creído que andan eufóricos con la incorporación de Junts a la mayoría gubernamental de supuesto progreso. Y es que con la tontería pasa como con la vejez: tampoco tiene remedio.
Pero, aun tratándose de una patología carente de cura, sus síntomas más lacerantes se podrían aliviar, por ejemplo, leyendo durante estas vísperas la sección de Economía de La Vanguardia. En concreto, esa terapia literaria me parece particularmente adecuada para Pablo, Yolanda, Ione y demás compañeros de lucha. Leed ahí a Manel Pérez, chicos y chicas, y os enteraréis de los movimientos que andan realizando los directivos de la patronal Foment, unos caballeros a los que les sale el dinero por las orejas, para que los siete diputados de Junts defiendan, igual que CiU antes, sus propuestas en Madrid. Y ellos y ellas, la izquierdita tonta, aplaudiendo.