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Los separatistas ya son los amos

Puede que el presidente del Gobierno y pequeño dictador sea Pedro Sánchez, pero el poder real está en Cataluña, el País Vasco y, sobre todo, Waterloo.

Además de por la calidad lamentable de las intervenciones de Sánchez –especialmente las primeras–, del aroma inconfundible a dictadura y de la escasez de argumentos de todo su discurso, esta investidura se recordará por la forma en que sus socios han humillado al ya de nuevo presidente del Gobierno.

Y no han sido ni uno ni dos: los cuatro partidos separatistas a los que Sánchez ha entregado la llave de la gobernabilidad de este país se han preocupado de hacerle saber, y sentir, al presidente y a su partido que se lo deben todo y, más importante aún, que no le van a perdonar nada.

ERC y Junts lo hicieron a última hora de la sesión del miércoles, Bildu y el PNV lo han hecho a primera de la de este jueves, pero el denominador común ha sido el mismo: desconfianza, amenazas y un tono que cabría esperar más de partidos en la oposición que de aquellos que, se supone, van a contribuir de una forma vital a sostener el Gobierno.

Lo hizo Rufián en su estilo de chulo de barra de bar que, después de varias legislaturas, sigue sin ser capaz de diferenciar la tribuna del Congreso del mostrador de un club de alterne. Lo hizo también Miriam Nogueras con un discurso llamativamente sólido y bien construido, que dejó claro a Sánchez no sólo que Junts va a ser cualquier cosa menos un socio dócil, sino que los de Puigdemont no renuncian ni a una coma del pacto que han firmado con el PSOE, pese a que los socialistas han querido transmitir la sensación de que todos los acuerdos son poco menos que pliegos de intenciones cuya aplicación ya se verá hasta dónde llega.

Y de forma bastante similar lo han hecho este jueves tanto la bildutarra Aizpurua como el peneuvista Esteban: demostrando ambos la misma desconfianza con Pedro Sánchez y recordándole que los compromisos adquiridos no acaban en la investidura ni en la amnistía, sino que van más allá, mucho más allá, exactamente hasta dónde algunos venimos advirtiendo: a la disolución de la Nación y, con ella, de nuestras libertades y nuestra democracia.

Se puede pensar que es lógico que en un debate de investidura aquellos que han firmado un pacto recuerden sus términos, pero eso no es lo que han hecho los socios de Sánchez: lo que han querido hacer de forma explícita es humillar al presidente del Gobierno y dejarnos bien claro a todos quién manda en España. Puede que el presidente del Gobierno y (por ahora) pequeño dictador sea Pedro Sánchez, pero el poder real está en Cataluña, el País Vasco y, sobre todo, Waterloo. España está, definitivamente, en manos de los que quieren acabar con ella.

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