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EDITORIAL

Otegi no necesita ser lehendakari para mandar

El poder político ya no está en las instituciones democráticas, sino en los cenáculos de los partidos que han pactado con Sánchez para mantenerlo.

El líder de los herederos de Batasuna-ETA anunció ayer que no se presentará a la presidencia de la comunidad autónoma vasca en las elecciones previstas para la primavera de 2024. Arnaldo Otegi hizo pública su decisión al término de la reunión mantenida ayer por la cúpula de EH-Bildu en San Sebastián, en la que la formación proetarra abordó la formación de su candidatura para los próximos comicios regionales en el País Vasco.

El dirigente independentista, condenado en su día por delitos de terrorismo, considera que su sitio no está en un parlamento, afirmación rotundamente cierta pero no por los motivos que él pretende aducir. En efecto, las instituciones parlamentarias en una democracia no pueden ensuciarse con la presencia de sujetos como él, que han participado en actos terroristas y, más tarde, han seguido representando los intereses de una banda asesina a través de su brazo político. Pero en la España de Sánchez, Otegi puede decidir la posición desde la que va a influir en los próximos años no solo en la política vasca, sino también en la esfera nacional por mor del acuerdo de investidura suscrito con el PSOE para mantener a Pedro Sánchez en La Moncloa.

EH-Bildu está en una situación política inmejorable tras su pacto con el PSOE, que lo ha convertido en una pieza decisiva para que los socialistas puedan mantener la hegemonía parlamentaria durante los próximos cuatro años. La legislatura pasada ya fue escenario de no pocas concesiones al mundo proetarra, una extorsión política en toda regla de la que el propio Otegi se vanaglorió en numerosas ocasiones, al admitir que la esencia del pacto con los socialistas era apoyar las iniciativas parlamentarias del PSOE a cambio de liberar aceleradamente a los presos etarras que todavía cumplen sus penas en las cárceles españolas. Este cambio de "votos por presos", iniciado en la legislatura pasada, se va a concretar a partir de ahora a través de nuevas concesiones de todo tipo al Gobierno vasco, muchas de las cuales tendrán como consecuencia la independencia de facto de la comunidad autónoma vasca en lo que se refiere a la política económica o el mantenimiento de las pensiones de la Seguridad Social.

Otegi presume de tener las manos libres para tomar sus propias decisiones, pero eso es únicamente gracias a la carta blanca otorgada por Sánchez a cambio del voto de los seis diputados de la formación proetarra. Puede hacerlo con entera libertad porque, en la España sanchista, personajes como Otegi no necesitan presentarse a las elecciones para mandar, dado que su autoridad proviene de las pistolas etarras, aunque eventualmente hayan dejado de matar. El líder batasuno no será lehendakari por una decisión propia que tiene su lógica, porque en la presente legislatura, el poder político ya no va a estar en las instituciones democráticas, sino en los cenáculos de los partidos que han pactado con Sánchez para mantenerlo en el poder.

Un buen resultado de la formación proetarra en las elecciones vascas del año próximo, como vaticinan las encuestas, reforzará su posición negociadora frente a Sánchez y dará paso a una etapa de inestabilidad con graves consecuencias para las vascongadas y el resto de la Nación. Eso es, en última instancia, lo que interesa a Otegi y sus compañeros batasunos, que ven en este segundo mandato de Sánchez una ventana inmejorable para llevar sus reivindicaciones independentistas hasta unos límites en los que ya no cabrá la vuelta atrás.

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