La citación del presidente del Gobierno en calidad de testigo ante los tribunales es un hecho inusual que, sin embargo, responde al funcionamiento normal de la Justicia en democracia cuando se produce un escándalo de corrupción que afecta al jefe del Ejecutivo. En el caso que nos ocupa, la principal investigada es la mujer de Pedro Sánchez, acusada de tráfico de influencias y corrupción, al frente de la peculiar cátedra montada apresuradamente por la Universidad Complutense tras las reuniones de Begoña Gómez con el rector en el Palacio de la Moncloa.
El auto del juez que instruye el caso justifica de forma inapelable su decisión de citar a declarar al presidente del Gobierno, tanto en términos jurídicos como en los de la lógica más elemental, tratándose de una acusación de tráfico de influencias que hubiera sido imposible sin su vínculo familiar con la principal acusada. De hecho, el juez apela a la negativa de Begoña Gómez a declarar ante el juzgado como el motivo principal para dirigir las pesquisas hacia su marido, con el fin de aclarar los extremos de una relación empresarial, política y académica tras la que el empresario impulsor de la cátedra de la complutense obtuvo grandes beneficios, gracias a las numerosas adjudicaciones públicas de las que resultó beneficiado.
Llegados hasta aquí toca pedir responsabilidades políticas al más alto nivel, tal y como hizo Sánchez cuando exigió la dimisión de Rajoy con motivo de su declaración ante la Justicia por el escándalo de la Gürtel. Sin duda, hay diferencias entre un caso y otro, pero a favor de Rajoy. Porque el presidente popular fue llamado a declarar por una cuestión que afectaba al desempeño de su partido político, un asunto en el que no estaba involucrado ningún familiar cercano como presunto traficante de influencias en beneficio propio, que es lo que ocurre en el caso de Sánchez con su mujer.
Entonces, Sánchez exigió a Rajoy que presentara su dimisión al Rey la misma mañana de su declaración ante el juez, indicándole con fingido dramatismo que "si no pone fin a su agonía, desgraciadamente acabarán agonizando las instituciones y la democracia". La intervención de Pedro Sánchez ante los medios ese mismo día es un mazazo al Pedro Sánchez de hoy, que trata de desembarazarse de sus responsabilidades políticas subvirtiendo todos los contrapesos democráticos y amenazando a la Justicia y los medios de comunicación que no se pliegan a sus deseos. Aquella mañana llegó a espetarle a Rajoy que "sus circunstancias personales no tienen por qué ser las circunstancias de España". La hemeroteca es muy cruel con Sánchez por su contrastada hipocresía, pero en esta ocasión resulta directamente letal.
Sánchez debería aplicarse a sí mismo las lecciones de ética democrática que se atrevió a dictar para llegar al poder de manera apresurada. Hoy es un buen día para que se escuche a sí mismo y actúe en consecuencia por primera vez en toda su vida política.