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Carmelo Jordá

El dilema de Podemos: o reventar la legislatura de Sánchez y Díaz o desaparecer

Si Podemos no quiere desaparecer sólo tiene una posibilidad: enfrentarse a sus verdaderos enemigos que no son PP o Vox, sino PSOE y Sumar.

Si Podemos no quiere desaparecer sólo tiene una posibilidad: enfrentarse a sus verdaderos enemigos que no son PP o Vox, sino PSOE y Sumar.
Ione Belarra, Irene Montero e Isa Serra en un acto de Podemos. | Europa Press

El partido que amenazó con tomar el cielo por asalto y llegó a tener 71 diputados se ha quedado, tras las elecciones de julio y la investidura de Pedro Sánchez, con cinco escaños en el Congreso y sin un mísero ministerio que echarse a la boca. Probablemente es el mayor descalabro político en España desde la caída de UCD y, desde luego, supera al de Ciudadanos, que no llegó a los 60 diputados y, sobre todo, nunca se hizo con carteras ministeriales ni vicepresidencias.

Observando la historia del partido que liderase Albert Rivera se podría extraer un pronóstico muy poco alentador para el que lideraba – ¿o sigue liderando?– Pablo Iglesias: primero el descalabro electoral hasta los diez diputados y después lo que en la práctica ha sido una larga agonía hasta la muerte clínica de la que todo indica que no va a despertar.

De hecho, lo cierto es que Podemos se enfrenta a una situación aún más complicada que la que tenía Ciudadanos, pues ni siquiera cuentan con su propio grupo parlamentario: sólo son parte del conglomerado de partidos que lidera Yolanda Díaz, que además ha hecho un esfuerzo concienzudo para restarles todo el protagonismo que pudiesen tener los cinco diputados podemitas.

Rebelarse o morir

Así las cosas, el propio Pablo Iglesias ha advertido de que Podemos no se siente ya parte de Sumar y ha aconsejado, un consejo que es difícil no entender como una orden, que se presente en solitario a las elecciones europeas que se celebrarán en junio del próximo año.

Se trata, desde luego, de las más propicias para una formación política en la situación en la que está Podemos: son más dadas a votos de cabreo o de castigo que unas generales o unas autonómicas; hay menos participación, lo que favorece a los partidos pequeños; se dirimen en una circunscripción única a nivel nacional; ni siquiera es necesario llegar al 3% de los votos para obtener un escaño; y con un resultado mediocre, por ejemplo un 4,5%, se pueden lograr tres eurodiputados, que ya es una representación jugosa y una buena plataforma institucional para la resistencia.

Pero si quiere lograr ese buen resultado Podemos necesitará una presencia pública que no es fácil que logre: sin ministerios, arrinconados en el Congreso y siendo sólo uno más de la gran sopa de siglas que apoya a Pedro Sánchez. En esas condiciones, ¿cómo llamar la atención? ¿Cómo construir una línea política propia, visible y decisiva que les garantice presencia mediática? Sólo hay un camino: hacerle la vida imposible a Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz.

Y hablamos de hacerle la vida imposible de verdad: no valen las altisonantes declaraciones a las que tan acostumbrados nos tienen Belarra y Montero, tan creíbles como las profecías de Nostradamus y que luego tienen las mismas consecuencias. No, Podemos sólo puede sobrevivir tumbando leyes del Gobierno, algo que está perfectamente a su alcance: sus cinco diputados sumados a los de PP, Vox y UPN son 176, la mayoría absoluta de la cámara, un muro que ya lo quisiera el propio Pedro Sánchez.

Sí, eso implica votar con los de Feijóo y los de Abascal, es cierto, pero no parece difícil encontrar una retórica con la que poder vender al electorado más extremo de la izquierda –el único al que pueden aspirar– que ellos son la verdadera izquierda frente a un PSOE y un Sumar aburguesados o pervertidos por el roce con el PNV o lo que sea. Al fin y al cabo, siempre se puede estar más a la izquierda o, al menos, aparentar que se está, que a efectos de propaganda es lo mismo.

Por supuesto, esto es material políticamente explosivo y debe manejarse con cuidado, cosa que habrá que ver si Belarra es capaz de hacer. No se puede votar siempre con PP y Vox, pero sí hacerlo en algunas ocasiones, con las leyes más importantes o simbólicas o en aquellos temas en los que te interese distinguirse. Por ejemplo, pueden empezar por tumbar los Presupuestos, más adelante impedir que se apruebe alguna de las leyes que promueva Yolanda Díaz… golpes que duelan de verdad al Gobierno, pero que no permitan a sus enemigos –que son el PSOE y Sumar mucho más que el PP y Vox– les ubiquen siempre en la bancada de la derecha.

No es un equilibrio sencillo, pero tampoco es imposible y, sobre todo, si realmente quieren sobrevivir como partido no les queda otro remedio: está claro –y Pablo Iglesias lo sabe– que una legislatura sin pena ni gloria será el fin de una formación política que en las próximas elecciones ya no encontrará ni esos míseros cinco huecos en las listas. Su futuro, si es que lo tienen, pasa por que el de Sánchez y Yolanda Díaz sea lo más negro posible.

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