El pueblo argentino expresó en las pasadas elecciones presidenciales su no rotundo al peronismo y entregó el poder al único candidato liberal, cuyo programa de gobierno se fundamenta en los únicos principios que han demostrado su eficacia a lo largo de la historia para garantizar el progreso de las naciones: libertad individual, imperio de la ley y propiedad privada. Javier Milei prometió este pasado domingo el cargo y dio inicio a un nuevo ciclo político que estará alejado, por primera vez en casi un siglo, de la sempiterna receta peronista basada en el intervencionismo económico, la compra masiva de votos con dinero público y una corrupción generalizada.
La posición del Gobierno de España ante este profundo cambio político en una nación con la que nos unen todo tipo de vínculos (además de nuestra historia común, Argentina es el país con la mayor comunidad de españoles en el exterior) quedó de manifiesto con la ausencia de Pedro Sánchez en la toma de posesión de Javier Milei, a la que tampoco envió a ningún ministro de su más que nutrido gabinete. El socialismo español, desde Zapatero, prefiere estar con las narcodictaduras agrupadas en el infecto Grupo de Puebla, a las que protege y sirve de embajador en sus oscuros contactos internacionales. Una vez más, el Rey Felipe VI mantuvo el honor de España con su presencia en representación de todos los españoles, que sienten a la Argentina como uno de los países más queridos de la comunidad de naciones hispanoamericanas.
Pero, como el propio Milei se encargó de recalcar ya en su primer discurso, Argentina no está en estos momentos precisamente para celebraciones. El nuevo presidente argentino tiene ante sí un reto de dimensiones colosales con una economía destruida, la inflación desbocada y una deuda exterior asfixiante, las tres amenazas más severas cebadas durante décadas de gobiernos peronistas, que han tenido como consecuencia el empobrecimiento galopante de la población, con una parte de ella sumida en unos niveles de indigencia propios del tercer mundo.
Milei habló claro a los argentinos y los preparó para los tiempos duros que se avecinan, como consecuencia del ajuste necesario que tendrá que aplicar a las cuentas estatales para evitar la bancarrota. Pero esa necesaria austeridad de las instituciones públicas, junto con la liberalización de la economía y la creación de un entorno fiscal y jurídico favorable para el emprendimiento y la creación de empresas, es lo que sentará las bases para un crecimiento amplio y sostenido de la economía en los próximos años. Es lo que ha ocurrido en todos los países en los que se han puesto en marcha programas liberales como el que defiende Milei y los argentinos no tienen ningún motivo para dudar de que allí ocurrirá lo mismo, a pesar de la durísima herencia que les ha dejado el socialismo peronista.
Pero el éxito de Milei al frente de Argentina no sería únicamente un logro histórico para el país austral. El despegue de la economía y la mejora exponencial del nivel de vida de los argentinos se convertirán también en una referencia internacional, que contribuirá al desprestigio merecido de las corrientes socialistas que imperan en gran parte de las naciones occidentales.

