
Yo, que a mi pesar jamás he podido creer que Jesús de Nazaret fuese el hijo de Dios, soy, sin embargo, católico. Lo he sido siempre. Del catolicismo declinante en cuyo seno cultural nací, ese mismo del que solo ya pasada la cincuentena llegué a resultar consciente de que en verdad nunca me había separado, me complace, además de su superioridad estética sobre esos tristes templos de los herejes luteranos que tanto recuerdan a un garaje municipal vacío, su sentido comunitario de la existencia. Ese aspecto ahora definitivamente contracultural y subversivo del catolicismo, su permanente énfasis moral por anteponer el bien común frente a los miserables apetitos egoístas de los individuos aislados, lo convierte en los tiempos que corren en uno de los pocos baluartes que todavía defienden en viejo legado humanista de Occidente.
Ajena a la devoción posmoderna por una idea de libertad desprovista de todo compromiso profundo que trascienda la prosaica autonomía del consumidor para elegir mercancías culturales en el gran supermercado de las identidades a la carta, la Iglesia de Cristo es lo bastante vieja como para saber que, huérfano de un sistema sólido y estable de valores compartidos, o sea careciendo de un consenso moral entre la población, ningún sistema político sobrevive demasiado en el tiempo. Siempre ha sido así en el pasado. Y no va a dejar de ser así en el futuro.
Pensar, como piensa el grueso de la élite dirigente contemporánea, que los cimientos de una civilización se pueden sostener solo sobre el principio de la autonomía soberana de los individuos privados para suscribir contratos mercantiles entre ellos, es desconocer la historia de la humanidad en los últimos veintiún siglos. Es una quimera. Porque sin un sentimiento colectivo que dote de sentido a la existencia, las sociedades se diluyen en la nada del hedonismo cínico y narcisista. Y ese fue el papel que ocupó durante centurias la doctrina de Jesús, el de Nazaret, hasta que las estrellas del rock y las echadoras de cartas en los canales televisivos de la TDT vinieron a usurpar su lugar. Feliz Navidad.
