
Es célebre que Al Capone no fue detenido por sus actividades más criminales sino porque su contable reveló el fraude en las cuentas de sus negocios. De manera similar, la rectora de Harvard finalmente ha dimitido, pero no por lo más grave, de permitir el acoso antisemita a que su universidad sea la que más bajo puntúa en libertad de expresión de todas las estadounidenses, sino por lo que ella llamó "dejadez académica" y el resto de los mortales llama "plagiar". Estaba hundiendo Harvard con perspectiva racial, feminista y progre.
En su carta de renuncia, Claudine Gay ha echado la culpa de su dimisión al racismo. Observen cómo haber estudiado en Harvard da una brillante formación sofista para ser un sinvergüenza con indudable capacidad retórica. Sancho Panza, que no necesitó pasar por Salamanca o Alcalá para tener una formación mucho mejor que la de Gay, habría dicho que para ese viaje no eran necesarias tantas alforjas:
Ha sido angustioso que se pusieran en duda mis compromisos de hacer frente al odio y defender el rigor académico (...) ser objeto de ataques personales y amenazas alimentadas por la animadversión racial.
Algo similar podría haber objetado Al Capone haciendo referencia a sus raíces italianas. ¿Acaso no era la élite política de Chicago y Washington mayoritariamente caucásica y protestante? El jefazo de la Mafia podría haber reivindicado su latinidad y su catolicismo para reivindicar sus actividades al margen de la ley como una cuestión de diversidad étnica, inclusión de las minorías y equidad de los más vulnerables. La comunidad italo-americana podría haber defendido que la cultura del alcohol y los tiroteos formaban parte de su identidad, véase la historia del simpático pueblecito de Corleone en Sicilia, que estaba siendo reprimida por los puritanos miembros de la mayoría protestante anglosajona.
Alguien podría defender que muerto el perro, se acabó la rabia. Pero el perro del racismo inverso, la idea de que para acabar con el racismo hace falta más racismo pero a favor de "personas de color", sigue estando vigente. Inmediatamente, se han levantado voces exigiendo que para sustituir a la rectora negra hace falta alguien que cumpla el requisito de ser negro, si acaso "latinx". Por supuesto, ser mujer. Lo de la excelencia académica y la integridad profesional ya otro día. Fíjense que ahora tiene más papeletas para ser la próxima "lideresa" de Harvard Irene Montero que Martha Nussbaum. Va a ser difícil la tarea de buscar un rector para Harvard, una vez que quedan descartados según los criterios progres tanto los judíos como los heterosexuales, los blancos, los que tengan alguna idea interesante pero polémica para los ofendiditos habituales y, por supuesto, los que tengan simpatías republicanas. De manera reveladora, con el criterio étnicamente correcto de que el rector ha de ser una "person of color" tendría más posibilidades de ser elegido Al Capone (moreno, de una minoría, sin escrúpulos morales) que Steven Pinker (judío con pinta de blanco e ideas que desafían el dogma más querido de los "woke", una mezcla entre Rousseau y Robespierre, la tabla rasa).
Claudine Gay es la segunda rectora que dimite de la Ivy League, ya que también tuvo que renunciar la rectora de la Universidad de Pennsylvania. Desgraciadamente, era blanca, así que solo pudo victimizarse con que era mujer. Que el mayor escándalo en la historia de las grandes universidades norteamericanas haya sido con mayoría de mujeres en sus cargos principales es una buena noticia para la igualdad de género: han llegado al poder mujeres tan incompetentes e infames como sus equivalentes masculinos. Es algo que refuta ese mantra políticamente correcto, que repiten los hipócritas habituales en el lado hipócrita de la historia, según el cual con las mujeres al cargo no solo no habría guerras, sino que manaría leche y miel de las piedras. Los españoles sabemos que algo así es evidentemente falso: tuvimos que zapear en las campanadas de medianoche entre Jenni Hermoso, Cristina Pedroche y Marta Flich. Que es como tener que elegir si prefieres que te asesine Al Capone, Lucky Luciano o John Dillinger.
Que una mafiosa que minimiza el antisemitismo, plagia artículos y amenaza a la prensa haya llegado a lo más alto de la institución académica más prestigiosa simplemente porque es mujer y negra es solo la punta del iceberg de la decadencia del sistema político y cultural norteamericano que comenzó con la llegada de Obama al poder, con Premio Nobel de la Paz incluido, simplemente por ser medio negro. Desde entonces, EE.UU. no ha vuelto a ser considerado una democracia plena en el Democracy Index de The Economist y la deriva asociada al multiculturalismo y el progresismo de la secta "despierta", de la censura al pensamiento ilustrado a la dictadura políticamente correcta, ha arrasado los campus universitarios, las redacciones periodísticas, las redes sociales y las películas hollywoodenses.
Afortunadamente, quedan unos émulos de los intocables de Eliot Ness, del citado Steven Pinker a Jonathan Haidt, Bari Weiss, Christopher Rufo, Jerry Coyne, Paul Graham… que es posible que acaben con el régimen de terror que ha impuesto la inquisición progre, orwellianamente autodenominada "departamento de diversidad, inclusión y equidad".
