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El genocidio deseado

Tanto Hamás como los que en Europa se manifiestan al grito de "desde el río hasta el mar" son los que quieren acabar con toda la población de Israel.

Tanto Hamás como los que en Europa se manifiestan al grito de "desde el río hasta el mar" son los que quieren acabar con toda la población de Israel.
Un grupo de iraníes queman una bandera israelí. | EFE

Que la izquierda no siente ninguna necesidad de sus afirmaciones y posicionamientos políticos estén relacionados con la realidad es un hecho indiscutible: nada de lo que dicen es cierto ni guarda alguna similitud con lo que realmente ocurre y, si por un casual sueltan alguna verdad, en sólo unas horas se desmienten a sí mismos.

Aun así, su poder mediático es tan abrumador que a base de insistir mucho y repetir sus trolas día tras día y cada hora de las veinticuatro acaban instalándolas en la conciencia colectiva o, si prefieren un término más mundano: en la agenda pública, convertidas en verdades que ya no es que sean innegables, sino sobre las que no se puede expresar ni la más mínima duda.

Si hay un tema en el que esa manipulación masiva está siendo brutal en los últimos meses es la guerra entre Israel y Hamás, para la que cada pocas semanas se genera y se luce un nuevo mantra que se explota hasta la saciedad, no importa lo lejos que esté de cualquier parecido con la realidad, ni siquiera que resulte obvio que lo que afirman ni sea ni pueda ser cierto: todo consiste en insistir, empujar un poco más, decirlo varias veces hoy, algunas mañana y unas cuantas pasado. Al final, queda.

El último ejemplo de esto es cómo se acusa a Israel de estar cometiendo un "genocidio" en Gaza. Es una acusación que no debería poder ser tomada en serio ni durante quince segundos, pero ahí la tienen: pronunciada día sí y día también sin que eso importe lo más mínimo.

Examinemos la cuestión un poco más de cerca, según la RAE un genocidio es el "exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad". Incluso admitiendo las disparatadas cifras de muertes que lanza la propaganda de Hamás, falsas de toda falsedad, es obvio que decenas de miles de muertos en una población total de dos millones de personas no son un genocidio o, de serlo, estaríamos ante el genocidio más lento y más torpe de la historia.

Sí, antes de que algún listo me lo recuerde lo diré yo mismo: la RAE admite que la palabra se usa también en sentido figurado, pero aquí no se trata de eso, sino de una acusación formal a un país al que se quiere presentar como un criminal de guerra.

La mayor paradoja de todo esto es que, si realmente quisiera, Israel podría cometer un genocidio brutal en Gaza y acabar con toda la población de la Franja en una semana o incluso un día: cualquiera que tenga unos conocimientos mínimos de geopolítica en Oriente Medio sabe que esto es cierto. Pero no lo hace: en lugar de eso lanza bombardeos de precisión y una invasión terrestre que ya ha costado la vida de 180 de sus soldados. Y no lo hace porque, al contrario de sus enemigos, Israel es una democracia y, sobre todo, una sociedad que respeta los derechos humanos y venera la vida.

Mientras, tanto Hamás –que lo escribió en su carta fundacional y cuyos líderes lo dicen cada vez que tienen oportunidad– como los que en Europa se manifiestan al grito de "desde el río hasta el mar" lo que quieren no es otra cosa que acabar con toda la población de Israel. Y ese es, por mucho que la propaganda de la izquierda nos bombardee hasta la náusea con lo contrario, el único genocidio que de verdad está en marcha en Oriente Medio: el que muchos, allí y aquí, desean llevar a cabo con el pueblo judío.

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