Más allá de los decretos concretos que se convalidaron este miércoles en la atípica sesión del Congreso celebrada en el Senado; más allá de la indiscutible importancia de las cesiones que ha hecho el Gobierno para evitar lo que habría sido una dolorosa derrota política y, sobre todo, propagandística; más allá, incluso, del espectáculo esperpéntico que supusieron la larga sesión y la negociación entre el Ejecutivo y sus presuntos socios, quizá lo principal de lo que se ha visto en estas votaciones sea que nos ha confirmado cómo va a ser esta legislatura.
Ha quedado claro, para empezar, que el Gobierno no tiene una mayoría suficiente para gobernar, que el acuerdo con Junts no es de legislatura, tal y como dijo mintiendo alevosamente Santos Cerdán, y que Podemos va a actuar mucho más por libre de lo que algunos pensaban. Así, cada vez que Pedro Sánchez o cualquiera de sus ministros –y muy especialmente Yolanda Díaz– quieran sacar adelante un nuevo desarrollo legislativo tendrán que negociar a varias bandas y con supuestos socios de una voracidad extrema unos y que buscarán boicotear al Ejecutivo como forma de crear su propio espacio político otros.
Ha quedado también claro que la capacidad de negociación de la que tanto presumen de Sánchez y sus acólitos es en realidad cercana a cero: si entregas a la otra parte absolutamente todo lo que te pide no estás negociando, estás siendo chantajeado. Y eso es lo que este PSOE absolutamente cortoplacista lleva haciendo desde el verano.
Y, por último, ha quedado igual de claro que ese cortoplacismo de Sánchez y esa negativa a admitir cualquier derrota parlamentaria coloca al Gobierno en una posición de necesidad que le da a los separatistas de Junts toda la ventaja en todas las negociaciones que se pongan en marcha de aquí en adelante. Dicho de otra forma: como el PSOE está dispuesto a darles todo ellos lo pedirán todo, y el proceso de vaciado de la democracia y la soberanía nacional se va a desarrollar a una velocidad de vértigo.
En estas condiciones, después del espectáculo de este miércoles y de los días anteriores cabe preguntarse si una legislatura así es sostenible. La triste respuesta es que sí lo es para un político indecente y sin escrúpulos como Sánchez o para la banda de arribistas que lo rodea, pero no va a ser para una España que, cesión a cesión, va a quedar hecha jirones.

