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Carmelo Jordá

UNRWA y Hamás: sorpresa mundial por lo que ya todos sabíamos de la agencia de la ONU para los palestinos

Muchos fingen sorpresa al descubrir que empleados de UNRWA participaron en el 7 de octubre, pero la relación de la organización con Hamás no es nueva.

Muchos fingen sorpresa al descubrir que empleados de UNRWA participaron en el 7 de octubre, pero la relación de la organización con Hamás no es nueva.
Israelíes se manifiestan en la frontera para que no se entregue gasolina a Gaza que acaba en manos de Hamás. | EFE/EPA/ABIR SULTAN

En los próximos días no se les ocurra pasar por debajo de un guindo, ya que correrían serio riesgo de que les cayese encima algún experto en temas internacionales, un analista sobre Oriente Medio, un periodista que trabaje de corresponsal en la zona, un jefe de sección o cualquier otra persona de mal vivir de los que opina –opinamos– habitualmente sobre el conflicto palestino–israelí.

La razón de tanto batacazo desde los guindos no es otra que las noticias que aparecieron el pasado viernes sobre la participación de trabajadores de la UNRWA –la agencia de la ONU para los refugiados palestinos– en el brutal atentado del pasado 7 de octubre. ¿Sorpresa? Sólo para los que no han querido mirar hasta ahora.

Lo que dice el informe

El asunto saltó a los medios de todo el mundo el pasado viernes, cuando se filtró un informe, elaborado por los Estados Unidos a partir de datos de la inteligencia israelí. En él se detalla la participación de hasta una docena de trabajadores de UNRWA en el atentado del 7 de octubre.

Uno de ellos ha sido acusado de secuestrar, con la colaboración de su hijo, a una mujer israelí; otro ayudó a llevar hasta Gaza el cuerpo de un soldado de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF por sus siglas en inglés), además de distribuir munición y coordinar vehículos que participaron en el ataque.

Un tercero participó directamente en la masacre de un kibutz, aparentemente el Be’eri, en la que murieron 97 personas… y así hasta doce, con distintos grados de implicación en la masacre. Diez de ellos eran miembros de Hamás, otro más de la Yihad Islámica Palestina, pero aun así estaban contratados por UNRWA y, como es obvio, cobrando de los fondos de la agencia de la ONU que es financiada por las democracias occidentales, es decir, por nosotros. Un dato especialmente sangrante es que siete de ellos eran nada más y nada menos que profesores en escuelas de la Franja.

Todos han sido despedidos ya por la agencia, que ha tratado de enfrentarse así a la polémica aunque, al menos por ahora, no ha dado respuesta a la duda que todo el mundo se plantea o debería plantearse: ¿cómo es posible que estuviesen contratados?

Primera duda: ¿por qué existe la UNRWA?

Cuando uno se acerca a la labor de la UNRWA la primera duda que surge es por qué existe una agencia dedicada específicamente a unos refugiados cuya condición de refugiados misma habría que poner entre paréntesis. Para empezar porque en teoría esta no se puede heredar y los actuales habitantes de Gaza y Cisjordania son hijos, nietos y bisnietos de los palestinos que vivían en la zona en el año 48, cuando algunos fueron desplazados de sus hogares tras la derrota de los países árabes en la Guerra de Independencia de Israel.

Y para continuar porque UNRWA atiende, al menos en teoría, a unos seis millones de palestinos que viven en Jordania, Siria, Líbano y, sobre todo, Gaza y Cisjordania, pero no lo hacen de forma temporal, como el resto de refugiados del mundo: en mejores o peores condiciones –para tener una referencia: según los datos del Banco Mundial hay más de 50 países con un PIB per cápita inferior al de los territorios palestinos– viven en lo que ha sido, es y va a ser su hogar a menos que cada uno de ellos tome la decisión de emigrar.

En cualquier caso, la agencia de la ONU gasta una cantidad extraordinaria de recursos: en su presupuesto para este 2023 pidió a sus donantes 1.600 millones de dólares, una cantidad que después se ha quedado en unos 1.200 y que aún podía caer de forma más abrupta después de que algunos de los más contribuyen a llenar sus arcas, singularmente Estados Unidos que es el que más dinero aporta, pero cuando escribo estas líneas también habían anunciado que cortaban el grifo Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Austria, Finlandia, Rumanía, Estonia, Letonia, Lituania, Japón y Australia. No está mal.

España, por supuesto, ha anunciado que seguirá entregando la misma financiación a UNRWA –tampoco nos sorprendería que la incrementase a la luz de estas noticias, vista la relación de Pedro Sánchez con Hamás– pero la Comunidad Valenciana sí ha dicho que corta el grifo. Mazón da ejemplo otra vez.

No es un problema nuevo

La cuestión del papel de la UNRWA en el conflicto ha estallado ahora pero viene de muy lejos. Su comportamiento venía siendo cuestionado desde hace años por varias razones, la primera de ellas esos vínculos con Hamás que ya no se pueden ocultar, pero que se hacían visibles cada vez que había un conflicto bélico en Gaza, que siempre llevaba a descubrir que los terroristas guardaban material bélico en o junto a escuelas o instalaciones de la agencia, en las que tampoco resultaba extraño encontrar entradas o salidas a la infraestructura subterránea de la banda terrorista.

Cada vez que se destapaba uno de estos episodios, y han sido muchas, los directivos de UNRWA lloraban lágrimas de cocodrilo y se desentendían la cuestión, pero lo cierto es que no parece que nunca haya nada por impedirlo. Tampoco en numerosas las numerosas ocasiones en las que se denunciaba que empleados de la agencia habían sido contratados pese a pertenecer a Hamás u otros grupos terroristas palestinos –¿la ONU contratando terroristas? sí, la ONU contratando terroristas–, algo que siempre se ha sabido aunque hasta ahora no se hubiese podido establecer su participación en un acto criminal como el atentado del 7 de octubre.

Finalmente, puede que lo peor sea la contribución de la UNRWA al sistema educativo palestino, una herramienta fundamental para que el conflicto entre Israel y los palestinos siga vivo.

La agencia de la ONU presume de gestionar más de 700 escuelas, lo que supone que son los responsables de la formación de una cuarta parte de los niños palestinos. Unas escuelas en las que, tal y como destacaba un estudio de ACOM hace ya unos años –basado a su vez en un informe de IMPACT-se, una ONG que analiza si los sistemas educativos son herramientas para la transmisión del odio– los libros de texto son auténticos catálogos de barbaridades que incitan a los niños a convertirse en terroristas suicidas, ofrecen una visión llena de odio sobre Israel y, por supuesto, promueven una versión muy radical del islam, una fuerza que debe dominar el mundo y hacer que los infieles "sean subyugados, debilitados y vencidos".

Los manuales ‘educativos’ glorifican como ejemplo a terroristas –por ejemplo a una que lideró un atentado con decenas de muertos, trece de ellos niños–, se explayan en referencias a los placeres, incluso sexuales, que los mártires encuentran y disfrutan en el paraíso y, en definitiva, empujan a los niños por el camino de la violencia y la muerte. Y lo hacen sin andarse por las ramas, como en este párrafo de un libro para niños de 11 años: "Entregar tu propia vida, sacrificarte, luchar, el esfuerzo y la yihad son lo más importante en esta vida, especialmente para gente que sufre el azote de la ocupación".

Más (y peor) que silencio

Viendo todo lo anterior la mayoría de ustedes habrá llegado a una conclusión: el problema con la UNRWA no son las nuevas actividades terroristas de algunos de sus empleados, sino que todo anterior ha ocurrido, está ocurriendo y previsiblemente ocurrirá con un silencio que es difícil no calificar de complicidad.

Si ustedes rebuscan en internet no encontrarán ni una crítica a Hamás, al menos seria, de algún responsable de UNRWA; por el contrario, más que críticas se puede hablar de una persecución permanente de Israel, como si el nivel de ingresos de la agencia de la ONU dependiese de la percepción negativa que el mundo tenga del Estado hebreo. Como de hecho depende.

Y es que en el fondo el gran problema de UNRWA es que su propia existencia necesita que el conflicto siga activo: ¿cómo mantener la ya insostenible ficción de los refugiados si, por ejemplo, se crease un Estado palestino? Más aún: ¿qué sentido tendría la agencia si en lugar de dedicar toneladas de dinero, la mayor parte de la ayuda internacional y todo su esfuerzo político a comprar armas, construir túneles y crear redes terroristas los palestinos hubiesen apostado por el crecimiento económico?

Así las cosas, ¿quién puede esperar que los gerifaltes de UNRWA trabajen para llegar a una situación que signifique su final como organización y dejar de controlar un presupuesto de más de 1.000 millones? Para eso sería necesario un músculo moral que no parece el aquellos que contratan gente y no se preocupan ni de descartar que sean miembros de Hamás.

Finalmente, se habla mucho –y de verdad entiendo que algunos lo hacen por una sincera preocupación humanitaria– de que cerrarle el grifo a la UNRWA sería un "castigo colectivo" para los palestinos, pero lo que de verdad necesita el pueblo palestino es, precisamente, acabar con aquellas instituciones que, como esta maldita agencia de la ONU, trabajan con tesón para hacer más difícil todavía una paz que ya casi es imposible.

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