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Pedro Gil Ruiz

'Expediente Isidoro': frenar al comunismo en España (I)

Los trabajos de investigación de Antonio Muñoz Sánchez, Natalia Urigüen y Bruno Vargas nos servirán de guía para tratar el apoyo del SPD y la DGB al PSOE y la UGT.

Los trabajos de investigación de Antonio Muñoz Sánchez, Natalia Urigüen y Bruno Vargas nos servirán de guía para tratar el apoyo del SPD y la DGB al PSOE y la UGT.
Manuel Fraga y Santiago Carrillo. | Archivo

Alfred Nau y Günter Grunwald esperan en la antesala del despacho del flamante ministro de la Gobernación. El presidente y el director ejecutivo de la Fundación Friedrich Ebert están citados con Manuel Fraga. Los recibe atendiendo a la petición de Von Lilienfeld, embajador de la República Federal de Alemania en Madrid. Estamos en febrero de 1976. A las pocas semanas del encuentro con los políticos socialdemócratas, el Gobierno español concede permiso de trabajo y residencia a Dieter Koniecki, destacado dirigente de la Fundación, que se establece en Madrid y abre una oficina en el barrio de Goya, céntrica zona de la capital.

Procedente de México, Dieter aterriza en España a finales de noviembre de 1975. Tras mantener varios encuentros con miembros del PSOE y la UGT, redacta un informe en la habitación del hotel donde se hospeda y lo envía a la dirección central de la Fundación Ebert [FFE] en Bonn. Constata la debilidad de las organizaciones socialistas y urge a una rápida intervención. No hay tiempo que perder, deben impedir una réplica de lo que estaba sucediendo en Portugal.

La operación diseñada por el Partido Socialdemócrata Alemán [SPD] para frenar y reducir la influencia del Partido Comunista de España y de su sindicato Comisiones Obreras había comenzado. Tuvo un éxito inapelable, convirtió a un PSOE irrelevante en la primera fuerza electoral de la izquierda. Medio siglo después, España es el único país de la Unión Europea con ministros comunistas en su Gobierno, el PSOE es fundador del Grupo de Puebla y mantiene una inestable mayoría parlamentaria gracias al apoyo de los herederos políticos de ETA y de partidos independentistas. El socialismo español vuelve a sus orígenes: "El Partido Socialista propugnará el ejercicio libre del derecho a la autodeterminación, por la totalidad de las nacionalidades y ‘regionalidades’ que compondrán, en pie de igualdad, el Estado Federal que preconizamos". Resolución política del 27 Congreso del PSOE, diciembre de 1976.

La UGT, que con su política de libertad sindical se zafó de la trampa de la "unidad de la clase obrera", y construyó, junto a la CEOE de Carlos Ferrer Salat y José María Cuevas, un moderno sistema de relaciones laborales, terminó claudicando víctima de la crisis provocada por la megalomanía de sus dirigentes. Hoy, carente de estrategia propia, está al albur de CCOO, que le dio el abrazo del oso en 1988.

Expediente Isidoro es el título de una serie de entregas que Libertad Digital publicará durante las próximas semanas. Los trabajos de investigación de Antonio Muñoz Sánchez, Natalia Urigüen y Bruno Vargas nos servirán de guía para tratar uno de los aspectos menos conocidos de la Transición: el apoyo del SPD y la DGB [la Confederación Alemana de Sindicatos] al PSOE y la UGT. Apoyo que cuestiona, radicalmente, la versión oficial del socialismo: que su resurgir en 1977 se explica por el recuerdo de generaciones de españoles. Por un sentimiento socialista latente, que se activó al recuperar la libertad. Tan latente estaba que fueron necesarios cientos de millones para despertarlo.

Lecciones portuguesas

El próximo 25 de abril se cumplirán 50 años de la Revolución de los Claveles, el golpe de Estado que acabó con el Estado Novo, la dictadura establecida por António de Oliveira Salazar en 1933. Durante el periodo de tiempo que transcurrió entre la publicación —el 24 de febrero de 1974— de Portugal y el futuro (el libro del general Antonio de Spínola que fue un anuncio del golpe de los capitanes) y las elecciones a la Asamblea Constituyente, celebradas el 25 de abril de 1975, Portugal estuvo muy cerca de sustituir una vieja dictadura por una nueva, esta vez controlada por el Partido Comunista Portugués [PCP].

Al igual que sucedía en España, los socialistas lusos eran un insignificante grupo de conspiradores. El 17 de abril de 1973, organizado y financiado por la Fundación Ebert, se celebró en Bad Münstereifel, una localidad a 25km de Bonn, el I Congreso de Acción Socialista Portuguesa [ASP]. Asistieron 27 delegados y 20 de ellos aprobaron fundar el Partido Socialista [PSP] y elegir secretario general a Mário Soares. A los dos años se convertirían en el principal partido, con el 38% de los votos. Se elegía la Asamblea Constituyente y la participación fue histórica: el 92%. En las elecciones parlamentarias de 1976 el PSP volvería a revalidar su triunfo. La derrota del PCP, con un 14,4% de apoyo, anticipaba otra, la de los comunistas españoles, que estos no supieron ver.

La amiga alemana

Si Dieter Koniecki fue el amigo alemán de los socialistas españoles, Elke Sabiel de Esters lo sería de los portugueses. Antes de que se normalizasen las relaciones entre el SPD y el PSP, en 1969, en su primer viaje a Lisboa, Sabiel contactó con el abogado Gustavo Soromenho, administrador del diario República y futuro tesorero del PSP. Al año siguiente de este encuentro, la Fundación Ebert gestionó un crédito de 150.000 marcos a fondo perdido, concedido por el Bank für Gemeinwirtschaft, el banco de los sindicatos alemanes, para comprar el periódico a petición de Mario Soares y la ASP.

En mayo de 1975, Republica fue asaltado por trabajadores de extrema izquierda apoyados por el PCP. La dirección y la mayoría de la redacción fueron expulsados del periódico. El PSP decidió crear un nuevo diario para oponerse a la dominación comunista de los medios de comunicación. De nuevo, el apoyo de la Fundación Ebert resultó decisivo. Gestionó un acuerdo con el periódico Vorwärts del SPD, que proporcionó papel, crédito financiero y una imprenta rotativa. A Luta, la nueva cabecera del socialismo portugués, salió a la calle el 25 de agosto de 1975. En cinco años, la Fundación Ebert había financiado dos diarios; formaba parte de su decisivo apoyo en la lucha contra la penetración comunista en Portugal.

No fue la única contribución. El 3 de mayo de 1974, Mario Soares, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Provisional, se reúne con Willy Brandt en Bonn. Le traslada que los socialistas son los únicos que pueden contener a los comunistas y para ello necesitan una ayuda masiva de sus compañeros europeos. Una semana tardó Elke Sabiel en aterrizar en la capital portuguesa y reunirse con la dirección del PSP. Diseñaron un plan de choque que fue inmediatamente aprobado por el Gobierno alemán: 2,5 millones de marcos hasta diciembre de 1975.

Intento de autogolpe izquierdista

"Yo he comprendido que es imposible construir una democracia que deba enfrentar un sistemático asalto contra sus fundamentos, estructuras e instituciones por parte de grupos políticos cuya ideología básica agravia los más elementales conceptos de libertad, en flagrante tergiversación del espíritu del 25 de abril". Las declaraciones de Spínola a The Times [1 de octubre de 1974] anticipaban lo que estaba por venir.

El 11 de marzo de 1975, cuando faltaba un mes para las elecciones a la Asamblea Constituyente, un "putsch a la medida"; "una provocación perfectamente montada para eliminar definitivamente a sus adversarios de la escena política", como lo analizó la prensa francesa, provocó la huida de Portugal de Spínola, la radicalización del Movimiento de las Fuerzas Armadas y aumentó la influencia del PCP entre los militares

Unos días antes, el 20 de febrero, el primer ministro Vasco Gonçalves, cercano al PCP, pronunció en la localidad de Sabugo un discurso de dos horas de duración, retransmitido por televisión. Anunció medidas de socialización de la economía y advirtió: "La nueva Constitución no puede ir en contra de las garantías y logros que, el Movimiento de las Fuerzas Armadas y las fuerzas progresistas de Portugal, ya han obtenido para el pueblo portugués… El voto del pueblo portugués no será ejercido contra la libertad. No vamos a perder, mediante elecciones, lo que tanto les ha costado a los portugueses".

Entre el 14 y el 15 de marzo se incautaron catorce bancos y cinco compañías de seguros consideradas contrarrevolucionarias. El ritmo de nacionalizaciones afectó a la mayoría de los sectores económicos y el PCP se hizo con el control de la práctica totalidad de los periódicos. Portugal se situó al borde de una guerra civil.

El apoyo a los socialistas portugueses por la socialdemocracia alemana; las presiones del Gobierno de Helmut Schmidt, liderando a los países occidentales; las declaraciones del sector moderado del Movimiento de las Fuerzas Armadas de Melo Antunes, exigiendo el fin del extravío comunista y, por supuesto, los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente, consiguieron frenar una confrontación que ya había estallado en el norte del país. Aislado, Vasco Gonçalves dimitió como primer ministro el 19 de septiembre de 1975. Se allanó el camino para la consolidación de la democracia y la normalización política de Portugal.

No sucedió así con el movimiento obrero, que permaneció controlado por los sindicatos comunistas.

La Fundación Ebert tomó buena nota de las lecciones portuguesas, esperaba España.

Continuará…

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