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Juan Gutiérrez Alonso

Queremos una democracia para El Salvador

En Hispanoamérica nunca hay que dar nada por sentado ni consolidado, salvo que se trate del narco-régimen y los procesos de corte comunista.

En Hispanoamérica nunca hay que dar nada por sentado ni consolidado, salvo que se trate del narco-régimen y los procesos de corte comunista.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele. | Alamy

Arrecian las quejas sobre Nayib Bukele, presidente de ese pequeño país americano del que nadie escribía hasta hace nada. Ese lugar que muy pocos sabrían posicionar en un mapa con mínima exactitud y del que se ignora todo en el resto del mundo.

Pero igual tienen razón los críticos. A diferencia de muchos de sus vecinos, el dirigente reelecto, si quiere ser reconocido y considerado, debería atender las demandas y exigencias que le llegan desde esta parte del mundo, el occidentalizado, el democrático fetén.

Para lograrlo, el Sr. Bukele, en primer lugar debería iniciar un agresivo plan de subida de impuestos diciendo "venga acá compadre" o algo así. Se puede justificar por el medio ambiente y la justicia social, prometiendo que lo soportarán los ricos y sosteniendo que los impuestos son el precio de la civilización. Esto va a encantar a sus críticos. En segundo lugar, debería promover que las bandas criminales que han tenido asolado el país durante décadas y ahora han conseguido encerrar en prisión, se asocien y funden partidos políticos con los cuales gobernar conjuntamente y seguir sus directrices y demandas en un futuro. Esto le va a procurar aplausos a rabiar. Quienes creen que tener criminales gobernando es un logro democrático lo llamarán proceso de paz y normalización democrática.

No debe olvidar el Sr. Bukele que para agradar y convencer a los observadores europeos, particularmente a los españoles, debe legislar casi cotidianamente en favor poderes ocultos y delincuentes de todo tipo, colocar personas absolutamente afines y leales en todas las maltrechas instituciones del Estado y, por supuesto, atacar ferozmente a todo juez discrepante que pueda haber por ahí e incluso intentar denegar el acceso al Congreso y ruedas de prensa a los medios y periodistas no alineados, optando también, en su caso, por ignorarles. Esto último es fundamental para el reconocimiento de su gobierno como inequívocamente demócrata.

No debe descuidar tampoco el riego regular con millones de dólares a los medios de comunicación que lo hagan bien, es decir, los que justifican sus decisiones. Instaurar en paralelo un programa ideológico y adoctrinamiento en todo el sistema educativo, asociarse con los regímenes del agrado del señor Borrell y mandamases de Bruselas, desde Catar a China o Marruecos; y también ignorar sistemáticamente las peticiones y solicitudes relacionadas con la transparencia en su acción de gobierno. En España, por ejemplo, esto es cotidiano y sin embargo procura una etiqueta de gobierno inequívocamente demócrata.

Y Sr. Bukele, no olvide impulsar la plurinacionalidad, elevar a prioridad absoluta los derechos indígenas, la personificación jurídica de accidentes geográficos y la atribución de derechos humanos. Atienda acto seguido las exigencias del laicismo global, salvo que se trate de dar espacio y protagonismo al islam, empiece a relativizar el narcotráfico como problema y diluya todo lo posible la propiedad privada y la libertad de empresa mediante iniciativas colectivizantes y de apropiación de todo tipo.

No se empeñe tanto en la seguridad de sus ciudadanos como fundamento y requisito previo de cualquier proceso de construcción democrática porque por ese camino nunca tendrá el reconocimiento de nuestros demócratas, esos que también le acusan, no se olvide, de manipular la legalidad para mantenerse en el poder. No tengo que recordarle que esto en Europa es común, hoy se hace diariamente en España, pero usted por ahora no tiene bula para obrar en la misma dirección.

Y una última sugerencia: si usa el comodín de la mujer y el de las sectas sexuales como bandera de acción de gobierno, no sé, nombrando ejecutivo exclusivamente femenino, colocando determinadas banderas en todos los edificios oficiales o declarando que la justicia feminista será uno de sus principales ejes, igual las críticas serán menos feroces y hasta se le medio acepta a pesar de no estar alineado con los regímenes criminales que tanta paciencia y comprensión, curiosamente, despiertan en nuestros acreditados demócratas.

PD: El Salvador es un país subdesarrollado muy pequeño, pero puede efectivamente convertirse en un ejemplo, y esto no se perdona. En Hispanoamérica nunca hay que dar nada por sentado ni consolidado, salvo que se trate del narco-régimen y los procesos de corte comunista, que duran décadas, reciben toda comprensión y ayuda desde el exterior y son difícilmente reversibles. Cualquier movimiento en la dirección opuesta le hace a uno correr enorme peligro. Antes, durante o después de la gestión de gobierno.

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