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EDITORIAL

No es Koldo, son Ábalos, Cerdán y Sánchez

De un Ejecutivo dispuesto a vender la democracia por siete votos lo que cabe esperar es cualquier comportamiento inmoral e incluso delictivo.

El escándalo de corrupción que ha saltado a los medios con la detención de Koldo García es mucho más grave de lo que se podría pensar a priori: no se trata de los tejemanejes de un oscuro militantes de base, sino de los presuntamente ilegales y desde luego millonarios chanchullos de uno de los miembros más destacados del Ejecutivo y de la plana mayor del partido.

Al contrario de lo que hacen este PSOE y este Gobierno, que siguen esparciendo bulos sobre el hermano de Isabel Díaz Ayuso cuando diversas instancias judiciales ya han demostrado su inocencia, no vamos a condenar a nadie antes del correspondiente procedimiento judicial, pero si se confirmasen las graves acusaciones que está apuntando la investigación de la Audiencia Nacional el escándalo sería mayúsculo.

En primer lugar, por la magnitud económica que puede alcanzar, pues se está hablado de decenas de millones de euros; y en segundo porque, y en esto hay no poca justicia poética, sería exactamente aquello que con tanto ahínco han acusado y acusan a la presidenta de Madrid: un caso de enriquecimiento ilícito aprovechándose de la gran desgracia nacional que fue la pandemia.

Por otra parte, es imposible negar que a estas alturas los indicios resultan abrumadores: una empresa que pasa de facturar cero en 2019 a hacerlo por decenas millones de euros en 2020; unos contratos en los que según algún ministro ya ha reconocido –¡por escrito!– se elegía al adjudicatario por indicación del titular de Fomento; adjudicaciones millonarias a dedo aprovechando la emergencia de la pandemia; compras sin cumplir la Ley de Contratos del Sector Público…

El PSOE y el Gobierno se han mostrado en shock al saltar el escándalo y no es para menos: ni el más inocente miembro del equipo socialistas de opinión sincronizada en los medios puede creer que Koldo García, un hombre sin formación y que sólo era el asistente de Ábalos, su chico para todo, fuese capaz por sí mismo de extender una trama que toca varios ministerios y gobiernos autonómicos.

No, está claro que no estamos ante el caso Koldo, este es el caso del ministro sin el cual no se habían producido esas adjudicaciones, Ábalos; del alto cargo del PSOE que introdujo a Koldo García en las más altas esferas del partido, Santos Cerdán; y del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que los nombró a ambos y después destituyó a uno de ellos en uno de los ceses más sorprendentes de la política reciente en España, que no se explicó en su momento y sobre el que ahora recae una inmensa sombra de sospecha.

Finalmente, hay una reflexión que también es pertinente hacer en este momento: que una gran trama de corrupción alcance a este PSOE y este Gobierno tampoco debe sorprendernos, pues de un partido y un Ejecutivo que están dispuestos a vender la democracia, la separación de poderes e incluso la nación por siete votos en el Congreso lo que cabe esperar es, precisamente, cualquier comportamiento inmoral e incluso delictivo.

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