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EDITORIAL

Salvador Illa, el "tapado" de las mascarillas Koldo

Cabe preguntarse si el cese de Illa como ministro de Sanidad estuvo motivado por las mismas razones que el de José Luis Ábalos.

El Gobierno ha entrado en pánico tras la detención de quien fuera la mano derecha de Ábalos, custodio de los avales del propio Pedro Sánchez en la reconquista de Ferraz y peón para todo de Santos Cerdán, el descubridor del gran Koldo, el de las comisiones de las mascarillas. Pieza de caza mayor, su captura deja a la intemperie a medio Ejecutivo de Sánchez y en especial a Salvador Illa, el nefasto ministro de Sanidad durante la pandemia.

Salvador Illa dio sobradas muestras de su incompetencia. De su mano, el Gobierno se convirtió durante aquellos días de finales de marzo y principios de abril de 2020 en el hazmerreír de intermediarios, productores y proveedores. Ni siquiera que Moncloa suspendiera el Portal de la Transparencia pudo evitar que trascendieran algunos contratos delirantes, fruto de la premura, de la inexperiencia y del afán de lucro de "emprendedores" socialistas como este Koldo García, hombre para todo de la secretaría de organización del PSOE y miembro de la candidatura de Sánchez, como así lo presenta y distingue el líder socialista en "su" libro Manual de resistencia.

Los pelotazos y trinques no sólo pasaron factura económica, sino que costaron vidas con aquellas mascarillas defectuosas con las que se envió al contagio seguro a miles de sanitarios. Una de las disposiciones del primer decreto del estado de alarma fue centralizar la compra de material sanitario y equipos de protección en el ministerio de Sanidad. Esa medida causó un auténtico colapso. El Ejecutivo pagó por adelantado material que nunca llegó o que era directamente inservible, mascarillas que no cumplían con ningún criterio de homologación o test defectuosos.

El ministerio de Illa recurrió a dudosos intermediarios sin más acreditación que la cercanía a determinados altos cargos y sus contactos en el Gobierno, empresas dedicadas a la venta de champús o de supuestos vigorizantes sexuales fueron fundamentales en el ministerio de Sanidad para conseguir grandes partidas de mascarillas "fake" a precios astronómicos. El Ejecutivo se manejaba con empresas sin experiencia, sin personal, con domicilio desconocido, cuyos titulares habían sido condenados por estafa o que se dedicaban a la venta de comida para mascotas. Terreno abonado para el tráfico de influencias y el trinque puro y duro. Y Salvador Illa, en el centro, trataba de desviar la atención declarando la guerra a la Comunidad de Madrid y tratando de criminalizar al Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, cuya actuación durante la pandemia dejó en evidencia al Ejecutivo de Sánchez.

Una vez pasado lo peor de la pandemia, Sánchez se deshizo de Illa, al que mandó a Cataluña consciente de sus nulas dotes de liderazgo. Con la perspectiva que aporta el pánico desatado en el PSOE tras la detención de Koldo García cabe preguntarse si el cese de Illa como ministro de Sanidad estuvo motivado por las mismas razones que el de José Luis Ábalos o fue, como se arguyó en su momento, por su pavorosa y letal incompetencia.

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